NI DIOS NI AMO

 

 Artículo de Jorge TRIAS SAGNIER  en  “ABC” del 10/05/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

Ese viejo lema anarquista, que veo todos los días escrito en los muros de un puente bajo el que paso para ir a correr por la Casa de Campo, ha infectado lenta pero implacablemente nuestros corazones. Con el fin de evitar el conflicto, estamos dispuestos a aceptar que cualquier cosa nos parezca normal y que la minoría imponga su criterio sobre la abrumadora debilidad de la mayoría, que vive acosada, temerosa e inerme, ante ese nuevo fascismo que se disfraza de tolerancia. En Barcelona se inaugura el Fórum-2004 sin himnos nacionales y sólo a última hora se aceptan las banderas; se pretende, de esa forma, que nadie se moleste por los acordes de la «España antipática». Me entero, también, que el cabildo de la catedral de Santiago, en otro gesto de simpatía sin precedentes, retira del altar al emblemático Santiago Matamoros, para que no se ofendan los seguidores del Corán, esos que persiguen sañudamente el cristianismo en todos los países donde gobiernan. Y me cuentan que pronto se alzará el griterío para que desaparezca la media luna de los pies de las imágenes de la Virgen, pues aunque nada tenga que ver ese símbolo apocalíptico con el Islam podría, dicen los bobos sin fronteras, esos mismos que apoyan a sus «hermanos» musulmanes para que se comparta culto en la mezquita de Córdoba, prestarse a confusión.

Mientras tanto más de mil millones de personas, bajo la égida de Alá y de su profeta Mahoma, se está armando física, religiosa y nacionalmente hasta los dientes, con himnos, ardor guerrero, banderas, promesas de vida eterna, cientos de miles de millones de euros para actividades de todo tipo, acciones terroristas incluidas, o fastuosas mezquitas -escuelas de «guerra santa»- como esa que inauguró en Granada el año pasado el emir de Sharjaj, uno de los sátrapas que gobierna en los Emiratos Árabes Unidos y que vino a darnos lecciones de «hermandad» y «tolerancia» con la complacencia de las embelesadas autoridades locales y de la Junta de Andalucía.

Frente a este pensamiento fuerte, con su Dios guerrero y vengativo y sus jefes militares con alfanjes afilados, oponemos, en el mejor de los casos, un cristianismo débil y descafeinado o, en el peor, una especie de barra libre, en expresión feliz de Alonso de los Ríos, con bebedizos como el aborto libre y gratuito, píldoras del día después para todo el mundo, permisividad con las llamadas drogas blandas, matrimonios homosexuales con adopción de niños, y suma y sigue. De ese cristianismo se nos ríen en la cara y de la barra libre se escandalizan, con cierta razón, llamándonos depravados y alimentando el proselitismo. Confundimos el amor fraterno que ayer se nos predicaba en el evangelio dominical, con la debilidad y la falta de criterio. Ya no tenemos ni Dios ni Amo, estupendo, ya todo está permitido. Todo tiene el mismo valor y lo que piensan cien, al fin y al cabo, le otorgamos el mismo peso que lo que piensan cien mil. Sobre todo que nadie se ofenda, aunque tengamos que renegar de nuestras raíces cristianas. Sin embargo, Tomás Moro ya nos enseñó que un minuto de dignidad, el tiempo suficiente para decir basta, vale más que vivir acomodados en la poltrona del poder.