EL PNV EN PRIMER PLANO

  Artículo de Fernando González Urbaneja en “La estrella Digital” del 9-6-03.
 

 

 

 

Tras las elecciones municipales y la posterior, inevitable y compleja aritmética de pactos de gobierno parecía que la agenda política quedaba cerrada hasta las vacaciones, período en el que los movimientos para la sucesión de Aznar deberían ocupar todo el plano. Pero no parece que vaya a ser así. El PNV ha decidido llenar la escena y confrontar definitivamente la reciente ley de partidos que ha tenido como consecuencia (y tuvo causa) el extrañamiento de la vida democrática de los batasunos, considerados, con sobrado fundamento, extensión o terminal de ETA

Por las razones que hayan sido los nacionalistas del PNV y EA han decidido extender su manto protector sobre batasuna y confrontar la ley electoral y las instituciones españolas. No era una mera estrategia electoral para ganar voto batasuno (que apenas han obtenido en las pasadas elecciones) sino que parece que estamos ante un asunto de otra naturaleza, menos táctico y más estratégico. El PNV ha decidido la confrontación con el Supremo y no teme el riesgo de una querella contra el presidente del Parlamento de Vitoria y algunos de los portavoces nacionalistas. Todo indica que la querella conducirá a la condena por desobediencia y a la inhabilitación de los querellados. Y también que el Parlamento vasco, el gobierno Ibarretxe y el PNV y sus aliados de EA, no van a aceptar esa sentencia y condena. Por el contrario la van a utilizar como bandera de agitación política, como aceite a su victimismo y acicate de sus ensoñaciones.

De manera que estamos ante un conflicto institucional sin precedentes que va a poner a prueba las instituciones, las convicciones y el funcionamiento del Estado. Dar marcha atrás a lo que está en curso no parece que esté en el ánimo de nadie; para hacerlo se hubiera hecho antes porque el que pestañee y se aplane habrá perdido la confrontación.

Probablemente detrás de la decisión de los nacionalistas esté un calendario previsto para disolver la cámara y convocar elecciones anticipadas con el plan Ibarretxe como argumento central. Sólo desde esa lógica o pretensión puede entenderse lo que está ocurriendo.

Y simultáneamente para el Gobierno y el Parlamento español se encienden las señales de alerta de una situación excepcional que puede conducir a la utilización de resortes constitucionales (el artículo 155 que permite suspender derechos de autonomía) que nadie imaginó que podían llegar a ser utilizados.

La confrontación con el PNV en un plano institucional y con la desobediencia al Supremo como eje central es un asunto político extraordinario. Además se produce en un período preelectoral intenso que obligará a sobreponer debates y a aplazar problemas para atender a lo más urgente.

El PNV ha llegado mucho más lejos que nunca; seguramente sus viejos dirigentes, los del exilio y de los primeros años de la transición, verían con asombro la deriva actual de los acontecimientos. En la cabeza de ETA se deben estar frotando las manos; verifican la eficacia del pacto de Estella y de la falsa tregua de hace tres años al comprobar que han hecho rehén de su estrategia independentista o soberanista al actual equipo dirigente del PNV.

PP y PSOE, sin perder de vista a las demás fuerzas parlamentarias, tendrán que afinar argumentos y estrategias para hacer frente al desafío vasco.