LA GUERRA DEL SIGLO XXI
Artículo de DANIEL UREÑA, Presidente del Círculo de Opinión Pública en “ABC” del 12/04/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
EL 11-S de 2001 fue para muchos la
fecha en la que comenzaba el siglo XXI. Si bien otros acontecimientos han
marcado el inicio de diferentes etapas históricas, el 11-S abría este nuevo
siglo que nos ofrece numerosos y desconocidos desafíos que afrontar para los
países occidentales. El siglo XX pasará a la historia por el avance de la
democracia y por la mejora de la calidad de vida de gran parte de los habitantes
del planeta. Pero también lo hará por los numerosos y sangrientos conflictos
bélicos que se han multiplicado en todo el mundo.
El 11-S el fundamentalismo islámico declaraba la guerra a Occidente. Era la
plasmación de una amenaza que se había ido materializando poco a poco con
acciones terroristas en Europa, Estados Unidos y África contra intereses
occidentales. Durante los últimos días, mucha gente ha pensado que por vez
primera el terrorismo islámico golpeaba a Europa, e incluso en España. Pero,
lamentablemente, los antecedentes son muy anteriores. Al mismo tiempo que el
terrorismo etarra comenzaba a golpear el norte de España, diferentes grupos
terroristas islámicos hacían lo propio en Europa. En 1969 tuvieron lugar los
atentados contra las embajadas de Israel en Bonn y La Haya y contra la compañía
El Al en Bruselas. En 1974, el secuestro en la embajada francesa de La Haya. En
1975, la toma de rehenes en una reunión de la OPEP en Viena. En 1976, el
secuestro de un avión de Air France rumbo a Tel Aviv. En 1977, el secuestro de
otro avión de Lufthansa. Todas estas acciones fueron llevadas a cabo por el
Frente Popular para la Liberación de Palestina.
Otro grupo muy activo durante los años 70 fue Septiembre Negro, que en 1972
secuestró un avión belga de la compañía Sabena, y que meses más tarde realizó el
secuestro de la delegación israelí en los Juegos Olímpicos de Munich con un
balance de once atletas asesinados. Durante esos años otros grupos como Abu
Mahmud, de origen libio, atentaron también contra intereses occidentales. En
1973, contra un avión de la TWA en Atenas y meses más tarde, causaron 32 muertes
en el aeropuerto de Roma al asaltar un avión de Pan Am.
En los años 80 el terrorismo islámico no se detuvo en su lucha contra Occidente.
En 1982 tuvo lugar el ataque contra la embajada de Francia en Beirut; en 1983 se
cobraron 242 muertos americanos y 58 franceses en un sanguinario ataque contra
las tropas de paz de Estados Unidos y Francia en el Líbano. En 1985, el terror
se instaló en Francia con una serie de atentados contra civiles en cafeterías y
centros comerciales que originaron más de diez muertos y casi doscientos
heridos. En 1985, España sufrió un brutal atentando en el restaurante El
Descanso, en Madrid, que tuvo un balance de 18 muertos y 100 heridos y fue
reivindicado por la Yihad Islámica, aunque nunca se produjeron detenciones.
A mediados de los 90, todos recordamos la campaña terrorista de los Grupos
Islámicos Armados (GIA) contra intereses franceses en Argelia y la propia
Francia. El 26 de febrero de 1993 ocurrió el primer ataque contra el World Trade
Center en Nueva York, en el que un camión cargado de explosivos produjo la
muerte de seis personas, y era un serio preámbulo de lo que sucedería ocho años
más tarde. Poco después tuvieron lugar los ataques del 7 de agosto de 1998
contra las embajadas norteamericanas en Nairobi y Dar Salam y que causaron 224
muertos y llevaban ya la firma de Al Qaeda, al igual que el atentado contra el
navío estadounidense Cole el 12 de octubre de 2000 en Yemen, donde murieron 17
militares norteamericanos.
Con todos estos antecedentes sucedió el 11-S, de sobra conocido. Millones de
espectadores contemplaron en directo a través de la televisión la matanza de
miles de personas. Al Qaeda, máximo representante actual del terrorismo
fundamentalista islámico, daba un salto cualitativo al asestar un duro golpe en
el símbolo y en el centro neurálgico de Occidente. A partir de este momento, la
Administración norteamericana comprendió la dimensión de las nuevas
circunstancias internacionales y comenzó una campaña contra el terrorismo a
escala global con la intención de acabar con los grupos terroristas y los
regímenes que les apoyan, les dan cobijo o les financian. Por el contrario,
muchos países europeos no vieron el 11-S como un problema propio, sino como un
ataque contra Estados Unidos y decidieron mantener su aislamiento en esta
cuestión. Esto supuso un error, ya que el objetivo del fundamentalismo islámico,
representado por Al Qaeda, no es vencer a Estados Unidos, sino acabar con la
civilización occidental. Y Occidente es Estados Unidos, Europa, Hispanoamérica y
todas aquellas zonas del mundo donde impera la democracia y el Estado de
Derecho. Su objetivo es aniquilar nuestra forma de vida basada en la libertad.
Como «infieles», tenemos que morir.
Los salvajes atentados de Madrid del 11-M son una continuación de esta campaña
del terrorismo islámico contra Occidente, que tratan de aprovechar la desunión y
la falta de conciencia de la magnitud del problema tan abundante en Europa. Es
la guerra del siglo XXI. El terrorismo islámico está en guerra contra Occidente
y muchos países occidentales no quieren enterarse. Prefieren vivir aislados, sin
comprometerse, sin afrontar riesgos, confiados en que el tema no va con ellos.
Pero no se dan cuenta de que sólo puede haber dos bandos. El de los terroristas
y el de las democracias que se enfrentan al terror.
Estamos en unos momentos históricos cruciales, en los que el terrorismo está
echando un pulso a Occidente y, de momento, va ganando. Se aprovechan de nuestro
sistema de elecciones para coaccionar el voto y, si como parece, les sirve para
conseguir sus objetivos a corto plazo será una forma de animarles a seguir
utilizando las bombas como forma de presión. Por eso, en estos momentos es
cuando se necesita más firmeza y una verdadera cohesión de todos los países
occidentales. Está en juego la supervivencia de nuestra forma de vida, de
nuestra civilización, que están muy por encima de unas siglas o de unos líderes
políticos. ¿Cuántos 11-S y 11-M necesitamos para ser conscientes? No veamos sólo
la punta del iceberg, porque el problema es mucho más grave. Es la guerra del
siglo XXI que hay que vencer.