DE IMPREVISIBLE, NADA

 

  Artículo de EDUARDO URIARTE ROMERO en “El País del País Vasco” del 11.06.2003

Si de algo no se le puede acusar al nacionalismo vasco es de imprevisible, al menos desde el Pacto de Estella. Sólo lo encuentran imprevisible, o se descubren engañados por él, aquellos que deseaban ser engañados. Al PNV le ha ido demasiado bien la torpe y malintencionada ingenuidad de los partidos no nacionalistas como para no sentirse osado a estas alturas, convencido de que éstos son capaces de hacer concesiones, y hasta pactar con ellos, con tal de acceder al poder. Y de seguir creyéndose, todavía, porque durante veinticinco años así se lo reconocieron todos, que los peneuvistas son el centro político vasco. Los acontecimientos están demostrando lo contrario al que no lo quería ver: el PNV está junto a Batasuna al día siguiente de que veinticinco países europeos, tras Estados Unidos, inscribieran a esta última en la lista de organizaciones terroristas. Pero siempre queda la fatuidad de pensar que esos veintiséis países están confundidos.

No crean que Atutxa ha ido a escudarse en la Junta de Portavoces frente a la resolución del Supremo, porque esa decisión no resuelve en nada su situación de responsabilidad personal frente al tribunal. Lo que ha hecho conscientemente es profundizar el conflicto, llevando la disposición al órgano político para que fuera rechazada. De esta manera se alcanza el deseado conflicto, no entre ETA y el Estado español (aunque en su origen está la represión contra ETA-Batasuna), sino entre el Parlamento vasco y el Estado español. Todo coherentemente para presentar como necesario el disparate del plan Ibarretxe y que a continuación éste se ofrezca a dialogar lo que es imposible de dialogar en un Estado democrático, atrayendo a una discusión imposible a los partidos democráticos. Cuando Ibarretxe llamaba en el Día de Galicia a los gallegos a seguir siendo gallegos y vascos, ¿no se daba cuenta que lo único que garantiza esa plural adscripción es la Constitución y no su excluyente plan?

Otra situación más en la escalada política para que acabemos escuchando, en un clima de tensión y con un insoportable tono victimista, las peculiares y antidemocráticas tesis nacionalistas sobre la soberanía vasca, el poder de la mayoría sin el límite de la ley y los tribunales, el ámbito de decisión de los vascos, etc. Es decir, todo ese corpus doctrinal reaccionario que no puede encubrirse con el artificio forzado de llamar a Aznar falangista, cuando el proceso soberanista vasco mucho se parece a los planteamientos teóricos del golpe de Estado de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas de Onésimo Redondo y Ledesma Ramos.

Era evidente que desde las pasadas elecciones autonómicas el PNV estaba buscando este escenario. Se echó atrás por las repercusiones internas en el conflicto con el Gobierno central sobre el cupo, pero era explícito en los discursos de los portavoces nacionalistas su voluntad de sustituir el conflicto entre una organización terrorista y un Estado de derecho por el de Euskadi contra España. Poco importa que todo el mundo civilizado haya inscrito a Batasuna en la lista de los terroristas internacionales, el PNV defiende en el Parlamento vasco lo contrario, seguro de su fortaleza frente la endeblez y las concesiones de los partidos constitucionalistas.

Pero esta vez no va a ser así. El PNV no es consciente de lo lejos que ha llegado y de que no queda excusa para colaborar por activa o por pasiva en su temeraria aventura, y Rodríguez Zapatero ha puesto fin a la desmoralizante escena de la negociación por la Diputación de Alava entre el PSE y el PP. Sea por cálculo electoral, que es legítimo, sea porque la defensa de la democracia garantizada en la Constitución y el Estatuto es lo prioritario, Alava, por decisión personal del secretario general del PSOE ha dejado de ser una mercancía entre partidos, ante la amenaza y la continuada inestabilidad política que protagoniza el nacionalismo vasco.

En esta grave crisis institucional que supone el enfrentamiento del Parlamento vasco con el Tribunal Supremo, con ETA todavía sin extinguir, ha ganado la responsabilidad política. Es la única manera de acabar con el problema vasco.