SEMANA TRIUNFAL

Artículo de Eusebio Val en "La Vanguardia" del 9-11-02

Con un muy breve comentario al final

Luis Bouza-Brey

 

Termina una semana triunfal para George W. Bush. Podrá descansar satisfecho en su retiro de Camp David. La adopción unánime, por el Consejo de Seguridad de la ONU, de una nueva resolución contra Iraq supone un éxito político y diplomático de primera magnitud para el presidente de Estados Unidos. No podía haber guinda más sabrosa para una semana tan feliz, probablemente la mejor desde que llegó a la Casa Blanca, en enero del 2001.

Bush acertó de pleno al confiar en la sabiduría, el tacto y la experiencia de Colin Powell. Fue él quien le convenció para que acudiera a la ONU, para que tuviera la paciencia de construir, pieza a pieza, un consenso internacional. Otros miembros de la Administración, más proclives a pensar que la diplomacia multilateral es un estorbo para la única superpotencia, le tentaron para que tomara un atajo en la cuestión iraquí. Al final se impuso la línea de Powell y se ha demostrado que, con discreción y a la chita callando, el brillante secretario de Estado acaba siendo tan influyente o más que 'halcones' como Donald Rumsfeld o el vicepresidente Dick Cheney. Tal vez se trate, en el fondo, de un hábil reparto de papeles.

El apoyo de Francia, Rusia y China a la nueva resolución de la ONU es fundamental para legitimar la política de Washington hacia Iraq. Lo crucial sería saber cuáles son los compromisos con estos países entre bastidores. Es evidente que Bush no ha recibido un cheque en blanco para atacar Iraq, pero tendrá suficiente margen de maniobra para hacerlo, en último término, sin que puedan acusarle de flagrante unilateralismo. La unanimidad en el Consejo de Seguridad hará muy difícil para los países árabes o musulmanes moderados, como Arabia Saudí, Jordania o Turquía, no colaborar con Estados Unidos en una eventual ofensiva contra Saddam.

La victoria de Bush en la ONU no disipa los interrogantes sobre un conflicto y, en especial, sobre el escenario posterior en la explosiva zona. La pretensión de algunos estrategas de Bush de convertir Iraq en un ensayo sobre democratización en el mundo árabe parece arriesgada. No está nada claro cómo puede lograrse eso en un país tan complejo, étnica y religiosamente, como Iraq. Tampoco parecen suficientemente ponderadas las implicaciones en países vecinos, como Turquía e Irán, de un Iraq post-Saddam. Un comentarista aventuraba ayer, después de conocerse el desenlace en la ONU, que el próximo punto de mira de Washington en el 'eje del mal' será Irán y que también podrá obligarse a este país a desarmarse. A uno se le antoja que lo de la República Islámica son palabras mayores y que el triunfalismo de Washington no puede ir tan lejos, al menos por ahora.

En el frente interno, el resultado de las elecciones al Congreso ha vuelto a demostrar que a Bush no se le puede infravalorar. Con todas las limitaciones intelectuales que se quiera, no se puede negar que Bush Jr. posee instinto y un sexto sentido para triunfar en política, además de saberse rodear de inteligentes colaboradores. Aprendió la lección de su padre y decidió gastar a tiempo el capital de popularidad que acumuló desde el 11-S. Apostó fuerte, con una campaña muy intensa, y ganó. El desafío verdadero viene ahora. Ya no podrá echar las culpas al obstruccionismo de los demócratas. Dos deberían ser los objetivos: que la economía estadounidense se recupere y llevar con tino la lucha antiterrorista -incluido el acoso a Iraq- de manera que, a la postre, el país gane seguridad y el mundo sea más estable. Su reelección dependerá del éxito en estos dos campos.

 

Breve comentario final

Luis Bouza-Brey

 

Sí que deberíamos felicitar a Bush por sus éxitos internos y en política internacional. Así como criticar a una sedicente izquierda internacional y europea que se limita a recitar letanías fóbicas hacia la derecha sin el menor sentido de la realidad y de los peligros que afronta la libertad. Algunos, en lugar de arrimar el hombro ante una situación internacional explosiva, se están transformando en una rémora inútil  para salir del atolladero, y ayudar al desarrollo del mundo islámico y de la Humanidad.

También se debería felicitar a Powell por su brillante actuación política en las NNUU. Aunque uno sienta al mismo tiempo una compasión admirativa hacia él por la paciencia que debe haber tenido que aportar, de sus recursos espirituales y psicológicos, durante estos dos últimos meses, hasta conseguir salir adelante por entre el laberinto penoso del Consejo de Seguridad. Pero si esta política hacia Irak no se malogra, se está iniciando una nueva etapa histórica muy positiva en las relaciones internacionales y en el mundo árabe e islámico.

Existe un aspecto de la situación internacional derivado de la victoria de Bush en las elecciones que no he visto valorar todavía, aunque me parece muy relevante: el gobierno de EEUU está en condiciones mucho mejores  ahora para presionar al gobierno israelí hacia una salida en positivo del bloqueo del proceso de paz.

Pero hace falta también que los socialistas israelíes presenten una alternativa basada en la firmeza frente a los grupos fundamentalistas-terroristas islámicos, sin caer en la ingenuidad de iniciar un proceso de negociación independiente de unas mínimas condiciones de seguridad.

Si yo fuera socialista israelí apoyaría y presionaría a los sectores palestinos laicos y no fundamentalistas, para que se enfrenten de una vez a Hamás y demás grupos cuyo objetivo es destruir al Estado de Israel. No es admisible la situación en la franja de Gaza, en donde la Autoridad Palestina  tiene el control político teórico y fuerzas de seguridad para llevarlo a cabo. No es admisible que los grupos fundamentalistas circulen armados por toda esta zona, ni que los líderes terroristas actúen con total impunidad ante la sociedad.

Los socialistas deberían presentar una alternativa basada en la firmeza frente al terrorismo y el fundamentalismo, pero también frente a la falta de alternativas del Likud ante los asentamientos, así como contra la ambigüedad de la derecha por lo que se refiere a la aceptación de un Estado palestino en los territorios ocupados. Firmeza en los objetivos y flexibilidad en el análisis concreto de la realidad concreta, para evitar que el proceso de definición de un horizonte político para los palestinos laicos se malogre por deficiencias en la seguridad de Israel.

En fin, la situación comenzara a moverse rápidamente en el Oriente Próximo a partir de ahora, y el papel de los socialistas israelíes puede ser vital para desbloquear la situación. Pero deben  elaborar urgentemente su alternativa, sin dejar en manos del Likud la firmeza, ni caer en las fobias antipalestinas de la derecha, ni permitir que se imponga subrepticiamente  su objetivo implícito de usurpación definitiva de los territorios ocupados.