LA PUJA AUTONÓMICA
Artículo de Aleix Vidal-Quadras en “La Razón” del 19.12.2003
El Estado de las Autonomías fue el gran invento de la
transición para descentralizar administrativa y políticamente a nuestra plural
nación y para apaciguar las reivindicaciones particularistas de los partidos
nacionalistas. El primer objetivo se ha conseguido satisfactoriamente, pero el
segundo por desgracia dista todavía mucho de haberse alcanzado. Dado que ahora
la idea de moda, introducida por el tripartito maragalliano, es que la
reclamación de mayor autogobierno se basa únicamente en el deseo de proporcionar
a los ciudadanos un grado más elevado de bienestar y de llevar adelante
políticas públicas más eficaces, sin connotación etno-identitaria alguna,
conviene comprobar si cada medida que incrementa las atribuciones de las
Comunidades Autónomas en detrimento de las competencias del Gobierno central
contribuye efectivamente a tan loable propósito
Así, cabe preguntarse si confiar la recaudación de los impuestos a una
Agencia Tributaria estatal debidamente regionalizada con la posterior
transferencia a las haciendas autonómicas de los tributos cedidos y de la parte
que les corresponde de los impuestos generales es más ágil y más barato que
multiplicar los órganos subestatales destinados a esta función. Tampoco resulta
ocioso investigar si los intereses de las Comunidades Autónomas ante la Unión
Europea están mejor defendidos por una delegación española en el Consejo
comunitario, previa una armonización de posiciones en el seno del Consejo
Sectorial correspondiente en España, o incrustando en nuestra representación
ministerial en Bruselas a responsables autonómicos catalanes, vascos, gallegos,
andaluces o riojanos, según convenga a la ocasión y al tema tratado. En esta
misma línea de reflexión aséptica y constructiva, no está de más analizar si el
establecimiento de diecisiete Tribunales Supremos repartidos por nuestra variada
geografía física y humana sirve más adecuadamente a la coherencia, la equidad,
la objetividad y la independencia de la administración de justicia que la actual
máxima instancia jurisdiccional con sede en la capital del Reino. Y, ya puestos,
quizá una comparación entre las balanzas fiscales de las Comunidades de mayor
renta per cápita con sus correspondientes balanzas comerciales con el resto del
Estado ayudaría a arrojar cierta luz sobre los complejos mecanismos que mueven
los flujos financieros a lo largo y ancho de la península, demostrando que lo
que se va por un lado regresa por el otro en beneficio del supuesto donante.
Una vez situado el debate en estos términos racionales, desapasionados y
cuantificables, seguramente la puja autonómica en la que está inmerso el Partido
Socialista aparecería como lo que es, un desbarajuste conceptual fruto de las
necesidades coyunturales para arañar algo de poder con el que cubrir las
vergüenzas de un proyecto vacilante y deslavazado.