EL DEDO EN LA LLAGA

 

 

  Artículo de Aleix Vidal-Quadras  en “La Razón” del 16.01.2004

 

La repentina propuesta de Juan Carlos Rodríguez Ibarra de situar el umbral para obtener presencia en el Congreso de los Diputados en el 5 por ciento de los votos emitidos en el conjunto del Estado ha demostrado varias cosas, ninguna de ellas baladí. La primera es que existen soluciones plenamente constitucionales para acabar con el problema del chantaje nacionalista sobre los grandes partidos nacionales cuando el ganador de la elecciones generales no alcanza la mayoría absoluta. De hecho, la exigencia de un porcentaje mínimo global para tener representación en la Cámara Baja se aplica en numerosos países democráticos. La segunda es que cualquier medida para garantizar la cohesión nacional pasa por un acuerdo sólido entre el Partido Popular y el Partido Socialista y que mientras a la cabeza de ambas formaciones no figuren personas con las ideas muy claras respecto a la necesidad de sostener el proyecto común basado en el gran pacto civil de 1978 seguiremos bajo la amenaza permanente de los secesionistas. En la medida que los nacionalistas sean vistos como posibles aliados frente a la fuerza adversaria de ámbito estatal, no hay nada que hacer. Y la tercera es que el PSOE es hoy una olla de grillos. La presentación por parte de uno de los dirigentes socialistas más influyentes de una iniciativa de este calibre a pocas semanas de unos comicios legislativos sin advertir previamente al secretario general de su partido indica claramente que Zapatero no controla en absoluto la organización que supuestamente lidera.
   En cualquier caso, la propuesta del presidente extremeño se apoya en una lógica aplastante. La transición fue posible porque se supuso que los nacionalistas aceptaban que a cambio de la reforma descentralizadora del Estado y de asignarles un papel relevante en la política nacional mantendrían sus pretensiones particularistas dentro de los límites de lo razonable. La Declaración de Barcelona, los planteamientos de reforma estatutaria de Convergencia y de Esquerra, el Pacto de Estella y el Plan Ibarretxe han demostrado que esta suposición pecó de un ingenuo optimismo. Por tanto, si un lado no cumple el otro queda liberado de su compromiso y en este contexto la idea de Rodríguez Ibarra resulta perfectamente legítima. El empecinamiento de Pasqual Maragall, Odón Elorza, Patxi López y del propio Zapatero en cerrar los ojos a la evidencia de que los nacionalistas no están por la España plural sino por la no-España, nos coloca ante un camino sin salida y eso es exactamente lo que ha dicho Ibarra, a la vez que ha ofrecido un método simple y factible de desbloquear el problema. Pero el PSOE está actualmente en manos de gentes tibias y vacilantes y de ahí la rápida desautorización que han sufrido unas declaraciones cuyo único defecto ha sido su irrefutable coherencia. El que pone el dedo en la llaga no suele recibir los parabienes del llagado.