ESPERANZA PARA IRAQ

 

 

 Artículo de Aleix Vidal-Quadras   en “La Razón” del 11/06/2004

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

En un mundo cuajado de conflictos locales, la transformación de las zonas de inestabilidad en áreas bien gobernadas constituye sin duda una línea estratégica en la que hay que perseverar. Por eso la resolución aprobada por unanimidad el pasado martes en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas representa un avance considerable hacia la salida de una situación que se estaba volviendo imposible. Los errores de cálculo norteamericanos sobre la reacción de los iraquíes a la intervención, los fallos en la gestión de la ocupación y el caos consiguiente, el empecinamiento en la existencia de armas de destrucción masiva poniendo la justificación de la operación sobre bases equivocadas y, como colofón, el bochornoso espectáculo de las torturas a prisioneros en cárceles controladas por la coalición, habían generado un clima de opinión netamente hostil al proceso de pacificación y democratización de Iraq.
   El camino abierto con la última resolución vuelve a situar el embrollo en condiciones de ser reconducido. A partir del 30 de junio, el nuevo Ejecutivo iraquí podrá tomar paulatinamente el timón de su país y la presión sobre las fuerzas norteamericanas disminuirá. Los grupos resistentes de carácter religioso o procedentes del régimen de Sadam se desarmarán y preferirán participar en la organización del nuevo Estado a continuar una lucha estéril. De esta manera, los esfuerzos contra el terrorismo se centrarán en su manifestación más virulenta: el fundamentalismo islámico de Al Qaida. Con este horizonte por delante, la decisión precipitada y electoralista de retirar nuestras tropas se revela más torpe cada día que pasa. Si Zapatero hubiese esperado al 30 de junio no habría faltado a su promesa a sus votantes y ahora estaría en mejores condiciones de manejar el complejo juego de intereses internacionales en el que se mueve España. Sin embargo, su deseo frenético de diferenciarse del Partido Popular y su obsesión por complacer a toda costa a la mayoría, le han hecho olvidar que la política debe hacerse en tiempo real y que los escenarios tan rápidamente fluctuantes como el de la crisis de Iraq requieren respuestas que admitan siempre la reversibilidad.
   El problema del presidente del Gobierno, tal como se pone también de manifiesto en sus actuaciones en la Unión Europea, es la endeblez de su pensamiento y la debilidad de su carácter. Zapatero es un hombre más apto para gustar que para decidir, más preocupado por lucir risueño que por ser eficaz, más atento a la superficie de las cosas que a su fondo. La combinación de ingenuidad bobalicona en La Moncloa y de maquiavelismo maligno en Ferraz puede resultar explosiva y, por supuesto, letal para la solidez de nuestro sistema institucional. En cualquier caso, el regreso de la esperanza para Iraq ha pillado totalmente a contrapié a ZP, cuya eterna sonrisa empieza demasiado pronto a degenerar en mueca.