CONFUSIÓN AUTONÓMICA
Artículo de Aleix Vidal-Quadras en “La Razón” del 27/08/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
El globo sonda lanzado por el Gobierno sobre la posible inclusión en la reforma
de la Constitución del derecho de veto para las comunidades autónomas en leyes
que afecten a los hechos diferenciales o al principio de solidaridad ha añadido
otro elemento de incertidumbre a la polémica generada desde que José Luis
Rodríguez Zapatero anunciara sus intenciones de abrir el melón de la Carta
Magna. El actual equipo dirigente del PSOE sigue una táctica en relación a los
eventuales cambios en nuestra Ley fundamental que consiste en mantener al
personal entretenido con propuestas esporádicas de detalle y observar la
reacción de su propio partido y de las demás fuerzas políticas calibrando el
nivel de aprobación obtenido. Cuando se apagan los ruidos mediáticos provocados
por una ocurrencia, se lanza la siguiente y vuelta a empezar. La sensación de
falta de visión de conjunto, de improvisación y de frivolidad que transmite
semejante forma de proceder degrada el debate sobre uno de los asuntos más
serios que la sociedad española debe resolver si desea mantener el nivel de
calidad democrática y de solidez institucional que introdujo por primera vez en
nuestra historia contemporánea el gran pacto civil de la transición.
La reforma constitucional, suponiendo que tal cosa resulte conveniente, no
puede ser fruto de tanteos vacilantes sobre puntos dispersos. Algo tan serio
como la introducción de cambios en nuestro derecho primario requiere un debate
global de carácter político, jurídico y social enormemente riguroso y que tenga
como premisa básica un acuerdo de principio de los dos grandes partidos
nacionales sobre los contenidos y el alcance de la operación. Los jugueteos en
torno a una cuestión tan seria como el derecho de veto para entes subestatales,
fórmula que por cierto ya está desacreditada en los sistemas federales en los
que existe, o la extraña invención de un Senado fragmentado en grupos
territoriales en los que se integren en heterogéneo tropel parlamentarios y
miembros del ejecutivo correspondiente, demuestran que el Gobierno no entiende
lo que se trae entre manos y es incapaz de calibrar la gravedad de un tema en el
que nos jugamos nada menos que la estabilidad y la viabilidad de nuestra
convivencia. Además, mientras determinados partidos insistan en proclamar sus
intenciones disgregadoras exhibiendo sin disimulo alguno proyectos
independentistas liquidadores de la unidad nacional, el poner a su disposición
elementos normativos adicionales para que su tarea de demolición sea más fácil
equivale a una mezcla de suicidio e imbecilidad en la que ningún gobierno
responsable debería incurrir. Afortunadamente, la propia Constitución establece
unas mayorías parlamentarias para emprender cualquier reforma de su articulado
que pone en manos del Partido Popular la protección de un patrimonio de paz,
orden y prosperidad que hay que preservar a toda costa.