LA COMUNIÓN EN EL ERROR
Artículo de Aleix Vidal-Quadras en “La Razón” del 05.09.2003
La dimisión de Cristina Alberdi de su puesto como vocal
de la Ejecutiva de la Federación Socialista Madrileña rebasa ampliamente la mera
anécdota a la que el equipo de Zapatero quiere en vano reducirla. Hay que tener
presente que los miembros de los órganos de dirección de las formaciones
políticas que configuran nuestro sistema democrático son, prácticamente sin
excepción, titulares de alguna responsabilidad parlamentaria, municipal o
ejecutiva, o se encuentran en expectativa de serlo. Por tanto, su presente y su
futuro en términos de estatus social y material se encuentran en manos de sus
superiores jerárquicos en la pirámide de la organización. La capacidad
inhibitoria de la protesta, la discrepancia o incluso la crítica razonada de los
aparatos es, por consiguiente, muy alta, y las muestras explícitas de
desafección por parte de figuras relevantes adquieren desde esta perspectiva un
valor muy superior al del número de implicados. Si una militante veterana tan
conocida y respetada saca los pies del plato cuando los nuevos comicios
autonómicos de Madrid ya han sido convocados, la conclusión a extraer es que las
sombras de amenaza que se ciernen sobre Bambi y su lucido plantel de
colaboradores inmediatos van adquiriendo proporciones considerables.
El secretario general del PSOE ha cometido dos errores de bulto que le han
llevado en pocos meses a dilapidar la pasajera ventaja que obtuvo gracias a la
desgracia del «Prestige» y al apoyo del Gobierno a los Estados Unidos en la
guerra de Iraq. El primero es ceder a la presión de Maragall y aceptar la
incorporación a su programa de un galimatías inconexo de propuestas de reforma
del Estado, en el que no se sabe si es mayor la confusión o la inconcreción; y
el segundo es haber gestionado la crisis de la FSM de la peor manera posible:
los culpables de la pifia siguen en sus puestos, se confirma como cabeza de
lista a un candidato incinerado y se intenta pasar el muerto al adversario
mediante un montaje inverosímil. Una de las grandes triunfadoras de las pasadas
elecciones municipales, Trinidad Jiménez, se ha permitido acusar a Cristina
Alberdi de defender posiciones ideológicas y estratégicas ajenas a su partido,
lo que demuestra que la dinámica y juvenil lucidora de chupas sigue en vena de
aciertos. Precisamente lo grave del gesto de rechazo de la dimisionaria radica
en que sus argumentos están mucho más alineados con el auténtico pensamiento y
tradición del socialismo español que las piruetas federalistas asimétricas de
Maragall o la voracidad inmobiliaria de los clanes de la FSM. Bono, que espera
agazapado para saltar a la yugular del jefe, ha descrito a los partidos como una
comunión con el mando. Esta sugestiva imagen eucarística no sirve a partir del
momento en que las obleas repartidas en los despachos de Ferraz adquieren el
tamaño y la dureza de las ruedas de molino.