APOYEN A NUESTRAS TROPAS

 

  Artículo de Paul Wolfowitz, vicesecretario de Defensa de Estados Unidos, en “La Razón” del 05.09.2003


Cuando los terroristas hicieron explotar una bomba en el exterior de un templo de Nayaf la semana pasada, mataron a un gran número de musulmanes que se habían reunido para orar, incluido uno de los principales líderes chiíes, que había desempeñado un papel clave en la estabilización de Iraq tras la caída de Sadam. De manera similar, cuando una bomba estalló recientemente en la sede de Naciones Unidas en Bagdad, los muertos y heridos fueron hombres y mujeres inocentes ¬iraquíes entre ellos¬ que realizaban misiones humanitarias para reconstruir Iraq. Pero esas víctimas no eran los únicos objetivos. La meta de los terroristas era atacar algo que odian aún más: la perspectiva de que su país se libere de su control y pase a ser un Iraq de, por y para el pueblo iraquí. Los terroristas reconocen que Iraq se encuentra en una senda irreversible hacia el autogobierno y que, una vez alcanzado, dicho autogobierno será un ejemplo para todo el mundo musulmán deseoso de libertad y señalará la forma de salir de la desesperanza de la que se alimentan los extremistas. De modo que ponen a prueba nuestra voluntad, la voluntad del pueblo iraquí y la voluntad del mundo civilizado.
   Aunque aún no hemos hallado a los responsables máximos del más reciente acto terrorista, sí sabemos lo siguiente: a pesar de sus diferencias, los criminales del sádico régimen de Sadam que aún quedan comparten con los terroristas extranjeros el objetivo común de hacer fracasar la reconstrucción de Iraq y devolver al país a la especie de prisión tiránica de la que acaba de ser liberado. En un mensaje grabado emitido recientemente, un supuesto portavoz de Al-Qaeda felicitaba a «nuestros hermanos de Iraq por su valiente lucha contra la ocupación; una lucha que respaldamos y que les animamos a continuar». Cualquiera que piense que la guerra de Iraq es una maniobra de distracción en la guerra contra el terrorismo debería decírselo a los soldados de la Primera División de Marines que cubrían el flanco oriental de la fuerza que se abrió camino hacia Bagdad el pasado abril. Hace poco, cuando me reuní en Hillah con su comandante, el general de división Jim Mattis, éste afirmó que los dos grupos que lucharon más agresivamente durante las principales operaciones de combate fueron los fedayin de Sadam ¬bandidos locales que sienten un apego por Sadam rayano en el culto personal¬ y los combatientes extranjeros, principalmente de otros países árabes. El pase de salida encontrado en el pasaporte de uno de estos extranjeros incluso establecía que el motivo de su «visita» a Iraq era luchar «voluntario en la yihad [guerra santa]».
   Hoy nos enfrentamos a esa venenosa mezcla formada por leales al antiguo régimen y combatientes extranjeros. Incluso antes del atentado contra la sede de Naciones Unidas, si preguntásemos al general Mattis y a sus marines, no tendrían ninguna duda de que la batalla que libran ¬la batalla para garantizar la paz en Iraq¬ es ahora la principal batalla en la guerra contra el terrorismo. Lo mismo opina el comandante de la Primera División Blindada del Ejército de Tierra, el general de brigada Martin Dempsey, que recientemente ha descrito al segundo grupo como «terroristas o extremistas internacionales para quienes esto es como la final de la Liga de Campeones». Van a Iraq, afirma, «para tomar parte en algo que, en su opinión, ayudará a avanzar su causa». Y añade, «por supuesto, están equivocados». Entre los cientos de enemigos que hemos capturado en los últimos meses se encuentran 200 terroristas extranjeros que han viajado a Iraq para matar estadounidenses e iraquíes y hacer todo lo posible para evitar que emerja un Iraq libre y próspero. Hay que derrotarlos, y así se hará.
   Nuestro comandante regional, general John Abizaid, jefe de la Comandancia Central, dio la razón al general Dempsey, situando en una perspectiva más amplia la batalla de Iraq. En su opinión, «toda la dificultad de la guerra mundial contra el terrorismo radica en que éste es un fenómeno sin fronteras. Y el núcleo del problema está en esta región particular, y el núcleo de la región resulta ser Iraq. Si no conseguimos tener éxito aquí, no lo tendremos en la guerra mundial contra el terrorismo». El éxito en Iraq no será fácil. De acuerdo con el general Abizaid, el proceso será largo, duro y en ocasiones sangriento; pero, «Es una oportunidad, si lo combinamos con iniciativas en la escena árabe-israelí y en otras partes, para mejorar la vida, para traer la paz a un área llena de personas de gran talento y en la que abundan los recursos, especialmente aquí en Iraq».
   Los terroristas extranjeros que viajan a Iraq para matar estadounidenses piensan lo siguiente: si matar estadounidenses conduce a nuestra derrota y a la restauración del anterior régimen, ellos obtendrían una enorme victoria estratégica para el terrorismo, y para las fuerzas de la opresión y la intolerancia, de la furia y la desesperación, del odio y la venganza. Los iraquíes comprenden esto. Junto a nosotros, trabajan con firmeza para luchar contra las fuerzas de la ira y la desesperación, y para aprovechar esta oportunidad histórica de hacer progresar a su país.
   Es igual que en la Guerra Fría, cuando el mantener la línea en Berlín y Corea no tenía que ver sólo con estos dos lugares. Se trataba de la resolución del mundo libre. Y una vez que esa resolución les quedó clara a los soviéticos, el comunismo se vino finalmente abajo. Lo mismo ocurrirá con el terrorismo, y con todos aquellos que han intentado secuestrar al Islam y amenazar a Estados Unidos y al resto del mundo libre, que ahora incluye Iraq. Verán nuestra resolución y la resolución del mundo libre. Después, también ellos encontrarán su lugar en las cenizas de la historia.
   Las tropas estadounidenses y las de nuestros aliados de coalición están decididas a vencer; y lo conseguirán si nosotros seguimos prestándoles el apoyo moral y material que necesitan para hacer su tarea. Como ha dicho recientemente el presidente, nuestras fuerzas están en la ofensiva. Y como el subjefe del Estado Mayor, general John Keane, ha dicho en su declaración ante el Congreso, «ellos llevarán los valores del pueblo estadounidense a este conflicto. Entienden la firmeza, entienden la determinación. Pero también entienden la compasión. Son valores que muestran a diario, cuando pasan de enfrentarse a un enemigo a ocuparse de una familia».
   Yo he visto a las tropas en Iraq, y el general Keane tiene toda la razón. Puedo decir que, ante todo, entienden la guerra que están librando. Saben qué nos jugamos en ella. Y los actos desesperados de un régimen o de una ideología moribundos no conseguirán que abandonen su misión. No hace mucho, una mujer llamada Christy Ferer viajó a Iraq junto con el USO. Había perdido a su esposo, Neil Levin, en las Torres Gemelas el 11-S, y quería darles las gracias a las tropas destinadas en Bagdad. Escribió un maravilloso artículo sobre su viaje, y en él se preguntaba por qué iban a querer verla nuestros soldados, cuando podían ver a las animadoras de los Dallas Cowboys, a estrellas de cine y a una modelo. Cuando los soldados supieron que allí estaba un trío de familiares de víctimas del 11-S, entendió por qué.
   Jóvenes de ambos sexos, procedentes de todas partes de Estados Unidos, se acercaron a estos familiares, deseosos de tocarlos y de hablar con ellos. Una soldado, madre de dos niños, le dijo a Christy que se había alistado por el 11-S. Otro soldado le mostró un brazalete de metal, grabado con el nombre de una víctima del 11-S. Otros les enseñaron los recuerdos de las Torres Gemelas que habían llevado a Iraq. Y cuando a Christy le llegó el turno de presentarle al general Tommy Franks un trozo de acero recuperado de las torres, también vio llenarse de lágrimas los ojos de este gran soldado. Y luego vio cómo le corrían por el rostro en medio del escenario, ante 4.000 soldados. Quienes piensen que la guerra en Iraq es una distracción de la guerra mundial contra el terrorismo, que se lo digan a nuestras tropas.