DISPUTA NADA IDEOLÓGICA

 

 Artículo de GERMÁN YANKE  en  “ABC” del 11/10/04

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

Lo que se ha dado en llamar «crisis de Madrid» tiene, para el observador, rasgos divertidos. Comprendo que el seno del PP genere preocupación: los dirigentes políticos entienden a menudo la discrepancia como división y la temen como al diablo. Más aún cuando, en un momento de esfuerzo por sostener una imagen atractiva y contemporánea del partido, una parte de los contendientes en Madrid -la que encabeza Alberto Ruiz Gallardón- pretende erigirse en la punta de lanza del «centro», del reformismo, de la modernidad. Manuel Cobo ha hecho referencia, en los días posteriores al anuncio de su candidatura, a la «extrema derecha» que también vota al Partido Popular, o que este partido aloja, y que, naturalmente, sería la que él y su jefe no representan.

Pero en eso está, precisamente, lo divertido, al menos viendo el drama desde la barrera. Convertir la disputa de Madrid en una cuestión ideológica es un chiste. Disfrazar el reto de Ruíz Gallardón a Mariano Rajoy, tras un congreso del PP fallido para el alcalde de la capital, y presentarlo como una suerte de batalla intelectual da una risa que no se puede contener fácilmente. Es parte de la broma, ya tradicional, de que la heterodoxia del alcalde de Madrid, en vez de ser una operación de imagen, se maquille como las dificultades, en el seno de un partido conservador, de propuestas «progresistas».

Ser de derechas no está de moda, es cierto. El peso del franquismo, el complejo mismo de las formaciones políticas que se colocan quieran o no en esa zona del espectro ideológico, la falta de reflexión política en la misma derecha, ha hecho que se deambule por el territorio de las definiciones con lo del «centro», el «reformismo», el «centro reformista» y otras zarandajas que pueden quedar muy bien en algunos salones pero que no resisten el más elemental juicio intelectual. Si Ruiz Gallardón, por tradición (incluido su paso por Alianza Popular), por realizaciones políticas y por gestos, no es de derechas, es, sencillamente, que la derecha no existe. Las tensiones que el alcalde Madrid y Esperanza Aguirre sostienen son típicas de la discusión interna de la derecha y nada tienen que ver que las que ambos han tenido o tienen con Rafael Simancas, el líder del PSOE en Madrid.

Lo que el alcalde de Madrid ha manejado muy bien no es la ideología, sino la estrategia. Desde su primer triunfo en las elecciones autonómicas sabe que, ante el peligro de que las formaciones de izquierda (PSOE e IU) pacten, la estrategia para obtener la necesaria mayoría absoluta era, más que contentar a los electores que están en la zona intermedia, no molestarles. El supuesto progresismo, que no es una actitud exclusiva de Ruiz Gallardón en el PP, no es un acercamiento ideológico a la izquierda (él es más listo que Cobo y no creo que se atreva a decir que es «la izquierda de la derecha»), sino una actitud estratégica, un afán de no molestar a una parte de la izquierda. A diferencia de otros de sus compañeros de partido, no muchos ciertamente, en vez de tratar de convencer con un proyecto ideológico a los electores fronterizos, lo que implica el debate y la confrontación intelectual, se trata de tenerlos tranquilos. Algo parecido a aquel personaje de Mingote: «Vote a Gundisalvo. A usted qué más le da».

Las ideologías pueden o no tener, en un momento concreto, el suficiente apoyo electoral. Pero, sin dogmatismos, se sostienen en el debate político, permanecen como fundamento de distintas opciones. Las estrategias son más mudables, sirven sólo en circunstancias determinadas. Y llega el momento en que la tranquilidad de los fronterizos no se logra con gestos elementales, sino que exige lanzar una punzada a los propios. Y el momento en que los propios se cansan de los gestos ante los fronterizos. Ese es el escenario de la «crisis de Madrid». Es divertido, interesante, sugerente, revela las tripas de la política y la psicología de los personajes. Pero no tiene nada de ideológico.