ENCRUCIJADA VASCA

 

 Artículo de IMANOL ZUBERO en “El País del País Vasco” del 24/02/2004

 

¿Dónde está hoy el nacionalismo vasco? ¿Cuáles son sus aspiraciones? ¿Hacia qué objetivo orienta su actividad? Es cierto que desde hace unos años (el Acuerdo de Estella es el hito fundamental del proceso) el nacionalismo vasco en general y el PNV en particular está embarcado en un complejo proyecto de clarificación política en el transcurso del cual ha desarrollado una nueva teorización centrada en la idea de soberanismo. Concebido como un concepto matriz que define a la comunidad vasca como sujeto soberano, el soberanismo lleva aparejada una orientación estratégica de naturaleza procesual, en virtud de la cual de lo que se trata es de acumular actos concretos de autodeterminación que permitan a Euskadi funcionar, cuando menos, como si de un Estado-nación se tratara. El plan Ibarretxe, en la medida en que define una serie de herramientas políticas que buscan alejarse todo lo que pueda del Estado español para aproximarse, tanto cuanto sea posible en cada momento histórico, al Estado vasco, es la expresión hoy por hoy más acabada de esta perspectiva soberanista. Ahora bien, esta clarificación, que parece detener el péndulo en su fase de oscilación más nacionalista, es más aparente que real. Si el nacionalismo renuncia a alcanzar y ejercitar la hegemonía política, optando por buscar consensos con los no nacionalistas, el proceso soberanista está inevitablemente destinado a terminar en un escenario de reforma pactada de la estructura territorial del Estado. Es por eso que la clarificación ha vuelto a tornarse en incertidumbre.

Dejando claro que separarse no tiene por qué significar desgarrarse, desentenderse ni, mucho menos, enfrentarse, sino, mantener relaciones "de tú a tú" (expresión favorita del soberanismo) con una España que sería un Otro para Euskadi (como Otros son Francia o Portugal para España), la pregunta a la que el nacionalismo vasco debería responder para así despejar definitivamente las incertidumbres que su reivindicación genera es la siguiente: ¿Quiere o no el nacionalismo vasco separarse de España?, ¿aspira o no a construir una Euskadi para la que España sea un Otro, como Alemania o Eslovenia? En otras palabras: ¿es o no España el Nosotros común dentro del cuál Euskadi va a desarrollar hasta el máximo su voluntad de autogobierno? Si el nacionalismo vasco quiere construir una Euskadi separada de España debería plantearlo con toda claridad. A este objetivo le correspondería una estrategia dirigida a lograr una hegemonía política suficiente para una amplia mayoría de ciudadanas y ciudadanos expresara su voluntad de separarse. Y debería, pues es la única manera de democratizar en la práctica un proyecto sólo teóricamente legítimo, orientar toda su capacidad institucional a combatir a ETA y a conformar un espacio de auténtica libertad, cuyo mejor indicador sería la capacidad de quienes se oponen a ese proyecto de actuar sin verse amenazados o asesinados. Si así ocurriera, habría que recordar lo expuesto por Stéphane Dion, ministro de Asuntos Intergubernamentales de Canadá, en su conferencia en Bilbao del pasado noviembre: "Creo que la secesión de Quebec de Canadá sería un error terrible, pero estaría dispuesto a aceptarla en la medida en que se llevara a cabo de conformidad con la democracia y las normas del Estado de derecho... Hay medios que un Estado democrático no debería emplear para retener contra su voluntad, claramente expresada, a una población concentrada en una parte de su territorio".

Si, por el contrario, el nacionalismo aspira a construir el Nosotros vasco en el marco de un Nosotros español incluyente, debe igualmente afirmarlo con claridad. El análisis de las consecuencias de esta decisión supera el escaso espacio de esta columna, pero sí quiero señalar una de ellas. Es evidente que la cuestión del autogobierno tiene que ver con la discusión sobre cuánta capacidad de decisión corresponde a un determinado espacio sub-estatal, pero esta discusión no se plantearía ya como un pulso entre Euskadi y "el Estado", sino que el nacionalismo vasco superaría definitivamente su querencia por una Euskadi que actúa como free rider, una Euskadi que va a lo suyo, para involucrarse junto con otras fuerzas políticas y comunidades autónomas en la transformación democrática del Estado.

A todos nos interesa que esto se clarifique. A todos. No podemos permitirnos cinco años más como los que hemos pasado. Y nadie deberíamos participar en este debate si no es para intentar hacer luz. Pues sombras y máscaras están de sobra.