EL «ESTATUT» O LA IMPLOSIÓN NACIONAL

 

  Editorial de   “ABC” del 23.01.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.

 El formateado es mío (L. B.-B.)

 

Con un muy breve comentario al final:

 

NACIONALISMO "SENSATO" E INSENSATO (L. B.-B., 23-1-06, 11:00)

 

EL «acuerdo global» suscrito por el presidente del Gobierno y el líder de CiU, Artur Mas, sobre el proyecto de nuevo Estatuto para Cataluña confirmó que esta reforma representa el umbral de una etapa constituyente. Lo dijo ayer mismo el presidente de la Generalidad, Pasqual Maragall, al valorar el papel de la «nación catalana» en la España plural y apuntar a Cataluña el haber conseguido «abrir una segunda etapa en la configuración del Estado de las Autonomías» para resolver las «insuficiencias» del período constituyente. El hecho de que ERC mostrara inicialmente su rechazo al pacto entre Zapatero y Mas no merma el impacto constitucional del mismo ni lo hace más admisible, sino que expresa la irritación de los independentistas, matizada después por Carod Rovira, por su marginación en el tramo final de la negociación.

El presidente del Gobierno se reservó para la tarde del sábado la intervención estelar que ya practicó en septiembre pasado, escenificando también con Mas un acuerdo «in extremis» para salvar el proyecto estatutario. Lo que haya en este comportamiento de instrumentalización en beneficio propio de las divergencias de los últimos meses entre el Gobierno, el PSOE y el tripartito es algo que queda al juicio de la conciencia política del presidente y a la percepción de los miembros de su Gabinete y su partido. Lo que realmente importa es que lo conocido del acuerdo con Artur Mas demuestra que las participaciones del jefe del Ejecutivo sirven siempre a la mejora de las posiciones nacionalistas. Por eso, después de tanta opacidad en las negociaciones, el pacto personal entre Rodríguez Zapatero y Artur Mas tiene la virtud de hacer mensurables las consecuencias del futuro Estatuto catalán, sin necesidad de incurrir en nuevas especulaciones ni conjeturas.

EN general, cabe decir que tras el acuerdo de la Moncloa el futuro del sistema constitucional se arbitrará con menos Nación española y menos Estado español. El «acuerdo global» supondrá que, por primera vez, una ley del Parlamento español reconocerá la existencia en España de una nación que no es la española. Esté en el preámbulo o en el articulado, tenga carácter definitorio o descriptivo, se atribuya a un sentimiento colectivo o a un pronunciamiento del Parlamento catalán, lo cierto es que los nacionalistas tendrán lo que querían: una ley que dice que Cataluña es una nación, afirmación que tendrá, sin duda, valor jurídico, como todo contenido de una ley.

Por lo demás, el «acuerdo global» reconoce la otra gran pretensión nacionalista: la existencia de un sistema financiero propio. El pacto contempla la creación de una agencia tributaria única para Cataluña, consorciada con la estatal, así como la cesión de impuestos que llegan hasta el 50 por ciento en IRPF e IVA y el 58 por ciento en especiales. Además, el Gobierno se compromete a pagar a Cataluña en los próximos siete años una «deuda histórica» consistente en la diferencia entre el PIB catalán y las inversiones del Estado en esta comunidad durante los últimos diez años. Las consecuencias de este compromiso no se harán esperar, porque condicionan la viabilidad presupuestaria del Estado y, particularmente, sus políticas de cohesión y solidaridad. Crean un agravio para aquellas comunidades que aún requieren una fuerte aportación del Estado y para las que la cesión de tributos no representa una mayor capacidad de financiación. Y, finalmente, proyecta el futuro inmediato de la Hacienda española a un modelo confederal, como en tantas otras materias del nuevo Estatuto.

SIN embargo, a pesar del triunfalismo gubernamental, el acuerdo de Zapatero y Mas es sólo un patada adelante. No ha acabado nada y aún falta lo fundamental: la inserción de este acuerdo neoconstituyente en el sistema constitucional y su recepción por las instituciones y la sociedad. La satisfacción personal del presidente del Gobierno, rayana en la egolatría, no basta para allanar el camino a su acuerdo con Mas. La democracia española ya estaba consolidada antes de que llegara Zapatero al poder y sólo se sentía amenazada -aparte el terrorismo- por las pretensiones de aquéllos con los que ha convenido, a espaldas de la opinión de los españoles, un nuevo modelo de Estado, cuando no un nuevo régimen político. Al acuerdo de la Moncloa le espera aún el Parlamento nacional, la oposición del PP, el juicio ciudadano y el veredicto del Tribunal Constitucional, en caso de que los populares denuncien la inconstitucionalidad de la futura ley orgánica que apruebe el Estatuto.

También este momento político representa un llamamiento al Partido Popular, excluido de este proceso por la estrategia general del Gobierno de abrir un nueva transición al margen y aun en contra de la derecha democrática. Aunque el nuevo Estatuto se apruebe, la exclusión del PP lastrará su futuro y no es temerario afirmar que abre un horizonte de graves conflictos constitucionales. Mariano Rajoy tiene la responsabilidad de liderar algo más que la negación del acuerdo. Sobre él pesa la carga de movilizar una gran acción colectiva por la defensa constitucional, que es el compromiso fundamental que debe asumir el PP. Ayer mismo la propaganda del acuerdo de la Moncloa empezó a deslizar el mensaje de que el PP es el «gran perdedor» y de que «se ha quedado solo». Ante este discurso, el PP podrá revertir la situación si logra ensamblar un mensaje y una oferta transversales, capaces de atraer a sectores sociales que aún recelan de darle su voto, pero que contemplan con preocupación la profunda inestabilidad que está causando el Gobierno socialista.

PERO no sólo el PP está concernido por este cambio constitucional apadrinado por Rodríguez Zapatero. También alcanza al PSOE y, en concreto, a todos aquellos líderes socialistas que, con escaso éxito, han manifestado su oposición al reconocimiento nacional de Cataluña o a la concesión de privilegios financieros. Está en juego el futuro de un país que aún sufre grandes desequilibrios territoriales y que se enfrenta a un inmediato recorte de ayudas europeas, al que habrá que añadir esta mutilación financiera del Estado decidida por Rodríguez Zapatero. Lo que aún quede de izquierda nacional en el PSOE tiene la ocasión de pasar de las palabras a los hechos, sin temor a ser confundida con el PP, y hacer reconocible su propia identidad, marcada por principios como el de solidaridad o igualdad.

El guión de la segunda transición se está cumpliendo a mandamiento. Ideado por el consorcio del socialismo con el nacionalismo, aboca a España a un Estado confederal, legitima a posteriori las reivindicaciones de otros nacionalismos soberanistas contra la existencia de la Nación española y la solidez del orden constitucional, y hace innecesaria la independencia, porque es el Estado el que se repliega y facilita la implosión constitucional al crear en su seno bolsas de soberanía territorial. En efecto, menos Nación y menos Estado. Éste es el proyecto de la Moncloa.

 

muy breve comentario al final:

 

NACIONALISMO "SENSATO" E INSENSATO (L. B.-B., 23-1-06, 11:00)

 

 

Ahora ZP le otorga la hegemonía al nacionalismo "sensato". Y no teman, no pedirá la independencia como los insensatos de Esquerra. A CIU no le interesa la independencia: un mercado español no hostil es un buen nicho para las empresas catalanas,  el Ejército y las Embajadas son caras y si al mismo tiempo que se mantiene el mercado se consiguen privilegios fiscales, se vacía Cataluña de Estado y se obtiene el plácet para continuar eliminando el castellano de Cataluña, de momento ---"en los próximos veinticinco años"--- no hace falta más. Si se pidiera la independencia formal, la pertenencia a Europa se perdería, así como las múltiples ventajas parasitarias de una relación privilegiada con "el Estado plurinacional", o España.

...¿Quién expolia a quién?

Entre tanto, el PSOE duerme, ZP se autoeleva a los cielos y el país no se sabe si se entera de todo esto o continúa anestesiado, confiando en que el gran talento y talante del Presidente del Gobierno eviten el descalabro. ¡Qué ilusos! Quizá cuando comiencen a sentir un cierto descenso creciente de renta privada y pública despierten y empiecen a darle la razón y el voto a "los malos" que crean tensiones injustificadas.

Lo que tiene esta situación de letal es que el proceso de frenada, y de deslegitimación de los detentadores del pensamiento políticamente correcto, es demasiado lento con respecto al ritmo de desarticulación del país. A una democracia débil, anestesiada por el hedonismo y el nihilismo, inerme ante la chapuza endémica nacional, la corrupción, el oportunismo y el desgobierno, le seguirá una democracia descalabrada, de transición hacia el status bananero de balneario turístico para la tercera edad, las mafias internacionales y los "yihadistas".

Véase mi comentario, "EL VELO, LA VELA Y LA CAMARA LENTA", de dentro de unos días, del 4-2-06 (¡je, je!, magia en la red)