«SEPARAR A CATALUÑA DE ESPAÑA ESTÁ EN EL ADN DE CONVERGÈNCIA Y UNIÓ»

Está llamado a ser el futuro líder de esa nueva Convergència, que exhibe sin complejos el tono insolidario de un independentismo sin matices

Entrevista a Oriol Pujol, por Maria Jesús Cañizares  en “ABC” del 27 de marzo de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Con un breve comentario al final:

EL ADN DE ALGUNOS ES EL PROBLEMA DE CATALUÑA

Luis Bouza-Brey, 27-3-11

 

INÉS BAUCELLS

Oriol Pujol, en un momento de la entrevista

Hace dos meses fue elegido secretario general adjunto de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), lo que le convierte en virtual sucesor de Artur Mas al frente del partido. Oriol Pujol (Barcelona, 1966) se define como independentista y aunque se siente permanentemente observado por ser hijo del ex presidente, Jordi Pujol, asegura que no le importa. Defiende la imagen de consenso que, en su opinión, se dio en la cumbre económica celebrada el pasado viernes y, sobre todo, el impulso del pacto fiscal, condición que los nacionalistas pondrán para la apoyar la investidura del próximo presidente español.

—¿Un pacto fiscal inspirado en el concierto económico es la solución a todos los males?

—No, pero podremos disponer de la riqueza que nosotros mismos generamos. Por muy españolista o catalanista que sea uno, no tiene sentido que haya comunidades, pueblos o naciones que aporten al conjunto y reciban del sistema menos que otras que no aporten nada. No tiene sentido que Cataluña, que es la que más aporta, tenga peores servicios que otras comunidades que no aportan y reciben.

—PP y PSOE siempre se han opuesto a este modelo de financiación. ¿Se utilizará como medida de presión en la investidura del próximo presidente español?

—No lo planteamos como estrategia, sino con la sinceridad de siempre. Ha habido otros intentos que no han salido bien, como el Estatuto, pero ahora lo que planteamos, casi en exclusiva, es la resolución del déficit fiscal. Lo decimos sin pelos en la lengua a PP y PSOE, cayendo mejor o peor.

Pasqual Maragall hablaba de cierre de cajas o insumisión fiscal.

—Aunque se pueda plantear, yo creo que se debe saber jugar un cierto efecto sorpresa; es decir, que quede claro que la fase anterior ha quedado superada. Nosotros haremos lo posible para que el próximo Gobierno no tenga mayoría absoluta y entienda las reivindicaciones que hace CiU.

—Durante la campaña de las autonómicas se habló de la posibilidad de convocar un referendo sobre el pacto fiscal. ¿Se hará?

—El derecho a decidir es un derecho que tiene el país, ni nos lo dan ni no nos lo quitan, y al que CiU no le pone límites. En el terreno práctico, ese derecho lo llevaremos a temas que generan un gran consenso, con planteamientos ganadores, porque Cataluña necesita éxitos. Por ejemplo, sobre infraestructuras o sobre el principal problema que tiene este país, como es el déficit fiscal, mediante un pacto equiparable al concierto económico.

—Un referendo sobre la independencia no sería un asunto de consenso.

—No lo contemplamos.

—Algunos miembros del gobierno no lo descartan.

—Más allá que a algunos miembros del gobierno y a mí mismo nos guste esa posibilidad, no encaja con la línea programática que nos hemos marcado en esta legislatura.

—Hay gente que piensa que CDC es cada vez más independentista.

—Pero es que CiU ya se lo ha planteado. Hay un pronunciamiento del líder de UDC, Josep Duran Lleida, en el que asegura que el referente de CiU es Artur Mas. Si es así, hay una conferencia de Mas de 2007 a favor de un derecho a decidir sin límites.

—Pero es una expresión muy ambigua ¿Qué quiere decir?

—No tiene ninguna ambigüedad, lo contempla todo.

—¿La independencia o la separación de España?

—También, claro. Si no hay límites, es que esta alternativa también está. Hemos votado en el Parlamento catalán tres o cuatro veces desde 1980 el derecho a la autodeterminación. Puede que suene nuevo o que hablemos más, pero esto forma parte del ADN de CiU.

—Prometieron eliminar el impuesto de sucesiones, pero ahora optan por una supresión parcial. ¿Puede eso complicar la negociación de los presupuestos de la Generalitat? El PP pide la supresión total y el PSC, que no se toque el impuesto.

—Más allá de algunas gesticulaciones preelectorales, les veo proclives a apoyar los presupuestos, al margen del impuesto de sucesiones. Ambas fuerzas saben que la centralidad política de este país pasa por las medidas económicas y de austeridad que está haciendo el presidente Mas. Los socialistas, aunque nos critiquen aquí, desde Madrid nos alientan a hacerlo. Y el PP es consciente de que igual las primeras que tome su líder Mariano Rajoy si gobierna irán en ese sentido.

Breve comentario final:

EL ADN DE ALGUNOS ES EL PROBLEMA DE CATALUÑA

Luis Bouza-Brey, 27-3-11

Es posible que los catalanes no lleguen a darse cuenta hasta que sea muy tarde del peligro que supone el ADN de CIU. ADN, por otra parte, con algún componente más que el de la autodeterminación y el independentismo. El gen de los porcentajes quizá sea un componente biológico todavía más importante que el etnicismo ideológico, como se nos demuestra desde hace ya bastantes años con los tres por cientos anteriores y posteriores al tripartito. Pero añádanle datos nuevos del Palau, como los mencionados en EL JUEZ INVESTIGA AL TESORERO DE CONVERGENCIA, y posibles chanchullos todavía inéditos en los diversos niveles administrativos, y se darán cuenta de la potencia del gen del porcentualismo en el ADN de CIU.

Pero el porcentualismo, con ser grave por sus efectos sobre la corrupción del sistema, no es lo peor. Lo peor es la deslealtad de transformar el autonomismo en independentismo por la vía de los hechos consumados y previstos, así como por la violación de la Constitución y el status de ilegalidad en que se encuentran los gobernantes e instituciones catalanas. Esta situación de deslealtad y violación de la legalidad les lleva irremisiblemente a la ruptura con el resto de España, con las gravísimas consecuencias que ésta provocará en la cohesión y nivel de vida de los catalanes.

Pero éstos siguen sin percibir el peligro e irán derechos al matadero en el plazo de unos años si un Pacto de Estado entre el PP y el PSOE no inicia la revisión de la Constitución e impone una lealtad constitucional cuya vulneración nunca debió ser impulsada, ni permitida. Los votos de unos y la abstención de la mayoría están enviando a Cataluña al caos y el subdesarrollo, sin que los catalanes despierten, al seguir confiando en el falso y ostentoso “patriotismo” de su clase política, que lo que está consiguiendo es destruir la sociedad que dice defender y representar.

Permítanme una cita ---aunque sea una larga cita--- de Mikel Buesa en su libro “La crisis de la España fragmentada. Economía política de la era Zapatero”, de Editorial Encuentro, cuando se refiere al coste de la independencia de Cataluña:

El coste de las fronteras para Cataluña

 

Cataluña es una región estrechamente vinculada al mercado nacional español y al mercado común europeo. Así, en 2008, según datos del Institut d'Estadística de Catalunya (Idescat), sus expor­taciones —que sumaron un total de 150.050 millones de euros, lo que equivale al 69,2% del PIB regional— se orientaron en un 56,4% hacia las demás regiones españolas, en un 23,9% a los otros países de la Unión Europea y en sólo un 19,7% al resto de los mer­cados mundiales. En cuanto a las importaciones catalanas —cuyo valor fue de 143.346 millones de euros (66,1% del PIB)— se puede señalar que su procedencia fue en un 43,9% del resto de España, en otro 31,5% de los países comunitarios y en un 24,6% del resto del mundo. Estas cifras señalan que Cataluña obtiene actualmente un superávit comercial equivalente al 3,1% del PIB. Sin embargo, no debe obviarse que esta cómoda posición comercial es el resultado de un importante superávit en las relaciones con el resto de España —que equivale al 10,0% del PIB— y de sendos déficits en los inter-cambios con los países de la UE y del resto del mundo —que se cifran, respectivamente en el -4,3 y –2,6% del PIB—.

En esta situación, la aparición de fronteras entre Cataluña y las demás regiones españolas, así como con los países comunitarios, fruto de su secesión, tendrá que tener, necesariamente, alguna repercusión sobre sus intercambios comerciales. En efecto, la constitución de una frontera implica, por una parte, la aplicación de los aranceles protectores del mercado interior europeo —en nuestro caso, la Tarifa Exterior Común que, dada la estructura del comercio exterior de Cataluña, supone una carga del 5,7% sobre los precios de sus exportaciones y, supuesto un tratamiento recí-proco, del 4,9% para sus importaciones—. Por otra, existen cos-tes de transacción derivados de la tramitación aduanera de las ope-raciones comerciales, la inspección de las mercancías, la obtención  de licencias, el riesgo del tipo de cambio —dado que Cataluña, al quedar fuera del área del euro, seguramente adoptaría una divisa propia— y otros elementos; unos costes que, siguiendo las evaluaciones de la OCDE para los países desarrollados, se pueden estimar en una carga equivalente sobre los precios del 13%. Y a ello se le añadiría un descenso importante de la intensidad de los intercambios con España al caer el «efecto frontera» al que antes he aludido. Esto último es difícil de valorar, pero si se tiene en cuenta la experiencia internacional ya referida, podría aceptarse la hipótesis de que, como mínimo, ese efecto se reduciría a la mitad, con lo que la intensidad de tales transacciones pasaría de 22 a 11 veces, lo que resulta equivalente al efecto de un arancel adicional del 26%.

Con estas previsiones, se puede conjeturar que las exportacio­nes catalanas al resto de España experimentarán un aumento de precios del 44,7%; y las que se orientaran a los países comunitarios, del 18,7%. En el caso de las importaciones, esos incrementos serán del 43,9 y el 17,9%, respectivamente. Pues bien, si se tiene en cuen­ta la sensibilidad de la demanda a los precios, los cálculos corres­pondientes —cuyo procedimiento es el mismo que el empleado en el anterior capítulo sobre el caso vasco— conducen a estimar que la reducción de las exportaciones de Cataluña hacia España alcan­zará una cifra de 49.209 millones de euros; y hacia los demás países de la Unión Europea, de otros 8.730 millones. Ello hace un total equivalente al 26,7% del PIB actual de la región, con lo que el efec­to de la secesión a medio plazo será una importante caída del producto real y, por tanto, un empobrecimiento de su población. De esta manera, el PIB per cápita de los catalanes pasará, con la inde­pendencia, de los actuales 29.457 euros anuales a 21.592, una canti­dad inferior a la media española, que es de 24.020 euros. Cataluña dejará de ser, entonces, una de las regiones punteras de España para pasar a ser un país independiente cuya renta por habitante será similar a la de Grecia, Eslovenia o Chipre.

Y si se trasladan estas estimaciones al cálculo de los saldos exteriores, se llega a la conclusión de que el déficit comercial de Cataluña con los países de la UE y con el resto del mundo ya no podrá compensarse con un superávit con respecto a España. En efecto, con la independencia todos los saldos se volverán negati­vos: –10.864 millones de euros con España, –13.136 millones de euros con los demás países de la Unión Europea y los actuales –5.813 millones de euros con el resto del mundo. En total un déficit en el comercio de bienes y servicios de –29.813 millones de euros que equivaldrán al 18,8% del PIB de Cataluña, una vez descontada la caída de la producción antes mencionada. En defi­nitiva, Cataluña puede pasar a ser la nación independiente más deficitaria del mundo, siempre que encuentre algún país o países que asuman el riesgo de financiar una cifra semejante, literal­mente insostenible, pues, si no es así, entonces la crisis de la eco­nomía catalana será aún más profunda que la ya descrita y los habitantes de Cataluña se empobrecerán aún más de lo que se ha señalado.

El Estado catalán…

 

Una gran cantidad de catalanes sensatos, sean autóctonos o procedentes de otras tierras, deberían despertar y darse cuenta del fraude descarado del etnonacionalismo catalán, con su deslealtad y cerrilismo y sus porcentualidades. Todo ello lo llevan los nacionalistas en su ADN, pero sus alteraciones biológicas no deberían destrozar el país del que forman parte. Tanto ellos como sus abducidos socialnacionalistas necesitan un largo tratamiento terapéutico. Solamente un pueblo despierto se lo puede facilitar, abandonando la abstención y cambiando su voto, pero no creo que haya tiempo para que este despertar se produzca antes de la grave crisis que se avecina. Cuando esta crisis llegue a sus rentas, impuestos y servicios públicos, y los catalanes se den cuenta de que el problema de Cataluña es el nacionalismo, comenzará la terapia.