PATRIOTISMO
Artículo de Jose Javier Esparza en “El Semanal Digital” del 24.11.05
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
El formateado es mío (L. B.-B)
Con breves comentarios intercalados:
EL HORMIGON Y EL
CALEIDOSCOPIO (L. B.-B.. 24-11-05, 09:30)
24 de noviembre de 2005. Testigos de excepción han contado en este
periódico el revelador episodio del Hotel Suecia. Los patriotas que han
encabezado las plataformas contra el abuso nacionalista en Cataluña y el País
Vasco acabaron enzarzados en una áspera discusión donde no faltaron los
improperios, los insultos, las descalificaciones sumarias. Una manera muy
gráfica, en fin, de expresar el problema de España: estamos condenados a ser
dos incluso cuando proclamamos que somos uno.
¿Dónde está la clave de la discordia? Básicamente, en la idea del propio ser
nacional español. Para unos, España es una realidad histórica de la que se derivan consecuencias
políticas y culturales; la supervivencia de la nación se fundamenta sobre sí
misma, sobre su propia existencia. Para otros, España es un sistema
jurídico-político que garantiza el ejercicio de las libertades modernas; la
supervivencia de la nación se justifica por el mantenimiento de ese sistema
legal. Para los primeros, España existió antes de la Constitución y seguirá
existiendo cuando ésta haya desaparecido; para los segundos, España sólo es
defendible en la medida en que ampara un régimen constitucional. Los primeros
se identifican, generalmente, con la derecha; los segundos, con la izquierda. A los patriotas de
derechas no les ha incomodado que los de izquierdas se sumaran a la
manifestación; a los de izquierdas, por el contrario, les enoja que se les
"confunda". De ahí el exabrupto con el que Savater, Espada y otros
rompieron la baraja: "España me la suda" –es lo que tiene la
izquierda: al final, les pierde la grosería.
Algunos, durante el franquismo, nos oponíamos a él para recuperar
la patria y la libertad, monopolizada la primera y destruida la segunda por
Franco, pero no sólo por él (L. B.-B.)
La
división es muy elocuente porque demuestra hasta qué punto España no ha
superado el problema fundamental de la transición democrática, que es la extinción del patriotismo
como sentimiento respetable. Esta enfermedad colectiva hay que computarla en el
"debe" de la izquierda española, que, incapaz de vencer a un Franco
que se proclamaba patriota, terminó identificando franquismo y patriotismo. El resultado fue la
formación de una conciencia política donde la palabra "nación" –y su
espiritualización en "patria"- terminó prácticamente vetada. Mientras
tanto, ese derecho que a España se le negaba venía a reconocérsele a vascos y a
catalanes. Cuando el patriotismo vasco y catalán se manifestó como excluyente y
opresivo, aquellas bellas almas se acordaron de España. Pero como no podían
invocar el patriotismo español, ya minuciosamente despedazado y convertido en
"cosa de fachas", recurrieron a lo único que les quedaba a mano: una
versión cañí del "patriotismo constitucional" habermasiano. O sea: no
es que amemos a España –incluso la despreciamos-, sino que nos mola la
democracia.
Quizá la
confusión deriva de no distinguir patria y nación: patria hace referencia a
sentimientos de identificación. Todos deberíamos ser patriotas sin que nos
sudara nada por ello. Nación hace referencia a concepción política:¿debe ser la
nación un bloque de hormigón homogéneo o un caleidoscopio articulado por medio
de la democracia? Franco era nacionalista hormigonero; los demás
deberíamos ser nacionalistas caleidoscópicos, es decir, cívicos, democráticos.
Los
nacionalistas vascos y catalanes son caleidoscópicos en su concepción de España
---del Estado...mientras exista--- y querrían ser hormigoneros para Euskadi y
Cataluña, pero tienen que avanzar por etapas. Esa es su contradicción. Los
demócratas deberíamos ser patriotas y nacionalistas cívicos, es decir patriotas
constitucionales, pero patriotas por encima de todo. Si no hubiera Constitución
---léase, cuando había el franquismo--- habría que luchar por ambas, por
recuperar la patria y por conseguir la democracia. Y enfrentarnos a los
hormigoneros españoles o antiespañoles. La izquierda anquilosada aún no lo ha
entendido del todo. (Véase mi comentario a un artículo de Santiago Carrillo: DE
LASTRES Y TOPICOS CARPETOVETONICOS: LA IZQUIERDA VARADA. L. B.-B.,
24-11-05, 09:30)
En el fondo, todos estos exabruptos de la izquierda
pseudopatriótica van a venir muy bien: clarifican el paisaje. El patriotismo no
es incompatible con la democracia, pero la democracia no es una patria. ¿Qué
sería de una nación que subordinara su existencia a una determinada forma de
gobierno? La Historia lo dice: las formas de gobierno duran menos que las
naciones. La Historia, esa cosa que tanto horror inspira al "patriotismo
constitucional".