LAS PROPUESTAS ELECTORALES DEL PSOE Y DEL PP

Artículo de Luis Bouza-Brey del 17-11-2011

 

Nos acercamos a las elecciones del 20N, que posiblemente signifiquen un fin de ciclo para España y el inicio de un nuevo período que marcará nuestro futuro a lo largo del siglo XXI.

Ante la gravedad de la situación a la que nos enfrentamos, y dado que o el PSOE o el PP, uno de los dos grandes partidos nacionales, es probable que gane las elecciones, conviene analizar que propuestas nos ofrecen en sus programas para orientar el gobierno del país en la próxima legislatura. Y eso es lo que he estado haciendo desde hace casi un mes, leyendo y releyendo sus programas a fin de extraer una conclusión sobre la que basarme para expresar mi intención de voto y sugerir el voto de quienes me lean.

Pero debo confesarles que del análisis de ambos programas no puedo extraer un juicio de valor sobre la calidad de cada uno de ellos. Explicaré por qué:

 

El programa del PSOE es un buen programa, dotado de unas ideas-fuerza significativas y relevantes y de propuestas de detalle aceptables. Pero el programa del PP también es un buen programa, aunque con unas características diferentes de las del PSOE, que lo hacen más explicable a partir de la percepción general de que, frente al desgobierno de estos años, la claridad de objetivos, la eficacia en la gestión, la austeridad y equilibrio entre ingresos y gastos, y la ejemplaridad, serán suficientes para enderezar el rumbo del país y sacarnos, aunque sea con esfuerzo y tiempo, del pozo sin fondo en que nos han metido nuestros gobernantes y sus aliados.

 

Ambos programas, por otra parte, eluden o difuminan unas propuestas claras sobre el problema básico del país, que es el de la Regeneración general del sistema político, que incluye la necesidad de reformas institucionales básicas, tales como la del sistema electoral, y entre las cuales se encuentra el rediseño del modelo de Estado Autonómico, pervertido por el oportunismo de los partidos de ámbito estatal, por la deslealtad de los etnonacionalismos y por la ceguera del poder político regional.

 

¿QUÉ PROPONE EL PSOE?

 

El Partido Socialista diseña sus propuestas desde la concepción fundamental de que la crisis económica es producto de unas políticas occidentales ante la globalización que resultan inadecuadas y obsoletas. En síntesis, para el PSOE, la crisis deriva de la desregulación y la subordinación de la política a los grandes intereses financieros que dominan los mercados, así como del uso de políticas de ámbito meramente estatal para gobernar la globalización.

Frente a estas deficiencias, el PSOE propone medidas de reforma de las instituciones internacionales, más integración de la Unión Europea, mayor regulación de los mercados e instituciones financieras y la creación de nuevos impuestos sobre las grandes fortunas y el consumo de algunos productos especiales, a fin de evitar la crisis del Estado de Bienestar y sus servicios públicos esenciales, como la educación, la Sanidad, el seguro de desempleo y las pensiones.

Ambos programas, el del PSOE y el del PP, proponen políticas especiales que implican reformas en la educación, las tecnologías de la información y la comunicación, el sistema fiscal, la política industrial, y la política de Seguridad y Defensa, entre otras. En general, ambos programas hacen propuestas positivas, sin grandes diferencias entre ellos, salvo que las propuestas del PP en el ámbito económico son más pormenorizadas y trabadas (reforma laboral y fomento del empleo, de la sociedad del conocimiento, de los emprendedores, de las PYMES, de la Formación Profesional, de determinados sectores industriales, etc). En cambio, el programa del PSOE es más genérico en estos aspectos, aunque no deje de mencionarlos.

 

El problema que plantea el programa del PSOE es que sus grandes ideas fuerza, referentes a la globalización y la oposición al neoliberalismo, definen objetivos a medio plazo que no se pueden articular más que con herramientas supranacionales, por lo que para poder hacerlas realidad necesitan una estrategia de alianzas internacionales en el ámbito de la Internacional Socialista, el Partido Socialista Europeo, y los Gobiernos afines. Por tanto, es un programa cuyos efectos esenciales han de conseguirse en el medio plazo.

Además de ello, España necesita librarse del zapaterismo con una derrota total que proporcione una mayoría absoluta al PP y de lugar a una regeneración del PSOE. Por ello, Rubalcaba, Vicepresidente de los Gobiernos de Zapatero, no parece la  persona adecuada para reorientar el PSOE en el corto plazo, ni parece admisible que pretenda justificar su candidatura con un nuevo programa que defiende como distinto al de los gobiernos zapateristas. El oportunismo de sus alianzas de estos años pasados, y la traición al socialismo y a la democracia no deben encontrar perdón fácil e inmediato por parte del pueblo español y los votantes socialistas. Y lo mismo sucede con la candidata Chacón, “mujer y catalana”, para liderar el PSOE. La sola presentación de su candidatura con una argumentación tan zapaterista, frívola y etnicista, la descalifica por sí sola, y hace crecer la desconfianza en su idoneidad y claridad de intenciones para encabezar el PSOE.

España necesita un Pacto de Estado entre los dos grandes partidos, para enfrentarse a la crisis económica y emprender la Regeneración del sistema político mediante reformas legales y constitucionales, entre las cuales la primera y más importante es la electoral, para evitar en el futuro que los nacionalistas sigan chantanjeando a las mayorías gracias a un sistema proporcional que debilita a los partidos mayoritarios. Ni Rubalcaba, ni mucho menos Chacón, parecen garantizar el fin del zapaterismo-oportunismo en este aspecto.

 

¿Y EL PP?

 

Como afirmo líneas arriba, la idea-fuerza del programa del PP es que, frente al desgobierno propiciado por Zapatero y el PSOE, junto con sus aliados (ERC, IU-ICV, BNG, CC, CIU y PNV) durante las dos legislaturas pasadas, España necesita recuperar el equilibrio y el consenso característicos de la Transición, realizar una política de Estado consensuada y reformista, y recuperar el prestigio del país a nivel internacional, así como la legitimidad de las instituciones y la autoridad política de los gobernantes, malogrados todos ellos por los gobiernos zapateristas.

El PP detecta en los españoles la conciencia de la necesidad de un cambio hacia la responsabilidad, la claridad de objetivos, la coherencia y la honestidad, frente a la frivolidad, la hipocresía, la incoherencia y la mentira de los gobiernos zapatéticos. Por ello, el PP ofrece un programa centrado en la superación de la crisis económica mediante liderazgo y políticas de austeridad y gestión eficaz que restablezcan la confianza.

Las líneas esenciales del programa del PP se concretan en la estabilidad presupuestaria mediante políticas de austeridad y equilibrio, una reforma fiscal y del sistema financiero que facilite el acceso al crédito de los actores económicos, la reforma laboral, la promoción de los emprendedores, el apoyo a las PYMES, la reforma del sistema educativo para adaptarlo a la sociedad del conocimiento, la promoción de nuevos sectores económicos e industriales para superar la baja diversidad sectorial de la economía española, la lucha contra el fraude fiscal y la corrupción, y otro conjunto de políticas muy pormenorizado y bien trabado que abarcan todos los ámbitos de la vida social.

El PP confía en que un programa y liderazgo de estas características acabará con la desconfianza suscitada por los anteriores gobiernos zapatéticos y reactivará la economía, permitiendo reducir el desempleo, el déficit y la deuda.

El problema que uno ve ante este programa es que parece necesario, pero no suficiente, dado el nivel de deterioro de la situación del país, en el contexto europeo e interno. A ello, quizá los economistas añadirían que un programa similar del PP en el período de gobierno de Aznar, se realizó en el contexto de una situación económica internacional no tan grave, y utilizando como reactivadora de la economía del país la venta de gran parte del patrimonio de empresas públicas provenientes de épocas anteriores, y eso hoy ya no es posible.

 

Aún ante estas inmensas dificultades, uno cree que el PP es el último clavo ardiendo al que España puede aferrarse para evitar un retroceso brutal, prolongado y caótico de su situación económica y política, por lo que opino que el pueblo español debería apoyar con fuerza al PP, a fin de que pueda gobernar con el mínimo de hipotecas ajenas, y aplicar las medidas de ajuste necesarias para salvar el desastre producido por el zapaterismo. Por esa razón, también, creo que no se debería dispersar el voto apoyando a partidos minoritarios, que lo que harían sería reducir la fuerza del PP y obstaculizar la puesta en práctica de su programa.

No obstante,

¿DÓNDE ESTÁ LA REGENERACIÓN?

 

Los programas de ambos partidos eluden plantear aspectos esenciales de la Regeneración del sistema político, quedándose cortos en este aspecto, tan esencial como el económico, para que el país pueda superar el caos actual. El PSOE plantea la necesidad de una reforma electoral mediante consenso, que aproxime el sistema electoral al alemán, y reformar los mecanismos vigentes de participación directa de los españoles en las decisiones políticas a fin de ampliar su ámbito. También, reformar el sistema judicial a fin de conseguir un poder jurisdiccional más independiente y eficaz.

 

El PP se queda mucho más corto en el ámbito de las medidas políticas de Regeneración institucional. Mantiene una idea meramente ejemplarizante de la Regeneración, casi sin reformas institucionales, como si no hubiera percibido la obsolescencia del sistema político, limitándose a proponer ejemplaridad en el comportamiento de los políticos, una reforma electoral ¡local!, la puesta en práctica de las reformas constitucionales previamente consensuadas referentes a la sucesión en la Corona y la denominación concreta de las Comunidades Autónomas en la Constitución, la reinstauración del recurso previo de inconstitucionalidad ante reformas de los Estatutos de Autonomía, y reformas en los procedimientos de designación del Consejo General del Poder Judicial, para volver al procedimiento inicial previsto en la Constitución de que sean los propios jueces quienes designen a doce de los miembros de este organismo.

 

En mi opinión, ambos partidos se quedan cortos en el aspecto de la Regeneración institucional del sistema político, que exige la reforma constitucional mediante un Pacto de estado entre ambos, como ya he propugnado desde hace años y concretado en un artículo anterior (en “UNA PROPUESTA DE REGENERACION DEMOCRATICA PARA ESPAÑA”).

 

En fin, el 20N está a tres días de distancia. Les-nos deseo acierto y suerte, a fin de que no se malogre esta enésima experiencia de modernizar España que comenzó en el 78. No vuelvan a producir otro 2008 que nos condenaría al ahondamiento en el desastre.