LA SAGA-FUGA DE UPyD II

Luis Bouza-Brey, (29-3-09, 22 hs.)

Con fecha de hoy, 4-4-09, he modificado algo este artículo (L. B.-B.)

(Ver También el primer artículo de: LA SAGA-FUGA DE UPyD)

 

En el Consejo político de UPyD celebrado el sábado 28 de marzo se ha aprobado un Reglamento regulador del proceso de celebración del Primer Congreso del Partido, a celebrar en Septiembre u Octubre. En dicho Consejo Político se ha rechazado una enmienda a la totalidad que intentaba modificar aspectos esenciales del proyecto de Reglamento.

Lo más significativo del proceso congresual que comienza, a mi juicio, es la cristalización de las patologías antidemocráticas natas del partido, constituido como una estructura cesarista fundada en el carisma de Rosa Díez, y dotada de un alto grado de autoritarismo en su organización interna. Los dos años transcurridos desde la fundación de UPyD han permitido a sus actuales dirigentes crear un partido a su imagen y semejanza, en el que el componente crítico del Consejo Político se ha neutralizado y en el que toda acción de las bases que escape al control férreo de los gestores superiores es considerado “asamblearismo pueril”.

La consecuencia de estos dos años de autoritarismo ha sido la creación de un Consejo Político sumiso al Ejecutivo, la supresión de todo elemento democrático a nivel local y la selección negativa de muchos de los coordinadores de las Agrupaciones territoriales, cuyo comportamiento se caracteriza por la obediencia ciega a la dirección, el sectarismo y la falta de iniciativa y criterio propio.

Este es el punto de partida del proceso: liderazgo carismático de Rosa Díez, comportamiento  autoritario del Consejo de Dirección, sometimiento dictatorial del Consejo Político, proscripción de la democracia a nivel local, y selección dedocrática y negativa de la gran mayoría de los dirigentes locales.

 

UN CONGRESO CAPADO

Pero todavía es más grave lo que se pretende hacer a partir de ahora, pues ya no tiene justificación en un supuesto período transicional: el Primer Congreso del partido, que debería ser constituyente, nace capado por las limitaciones impuestas por el Reglamento elaborado por el Consejo de Dirección. Así, se excluye de la competencia del Congreso “Constituyente” cualquier contenido de las ponencias que pueda ser incongruente con el manifiesto fundacional, y se cierra descaradamente el modelo de Partido a la voluntad de los afiliados en Congreso,  sustrayendo de su ámbito de decisión la estructura central del Partido y los mecanismos de elección de los dirigentes superiores, obligando al Congreso a aceptar como hecho consumado el que comiencen simultáneamente las sesiones de debate y aprobación de las ponencias y el proceso externo de votación del conjunto de los afiliados para elegir el Consejo de Dirección con la configuración diseñada en el Reglamento aprobado el 28 de marzo.

Pero además, se ha aprobado que el Consejo de Dirección habrá de ser elegido en candidaturas cerradas y bloqueadas, lo que traerá como consecuencia que se impida a los afiliados elegir nominalmente a los dirigentes y realizar la selección demo-meritocrática de los mismos. Y si bien es cierto que el Consejo Político (el órgano deliberativo y de control) se elige mediante listas abiertas por los Congresistas, a él se superpone un órgano ejecutivo, el Consejo de Dirección, compuesto por 21 miembros elegidos en bloque por los afiliados, cuya autoridad se derivará de la que tenga el cabeza de lista de la candidatura, y cuyos méritos o deméritos iniciales, así como los aciertos y errores de gestión, serán muy difíciles de sancionar democráticamente con anterioridad y con posterioridad a la elección.

El error consiste en hacer una mixtura de dos tipos de mecanismos representativos de difícil combinación tal como están configurados, la representatividad individual colegiada de los miembros del Consejo Político, elegidos por el Congreso en listas biertas, y la representatividad inevitablemente presidencialista (o más bien cesarista) del Consejo de Dirección, elegido en su conjunto por la totalidad de los afiliados. ¿Creen que el Consejo Político podrá controlar y exigir responsabilidades por su gestión a los miembros individuales del Consejo de Dirección?

En los sistemas presidencialistas la autoridad presidencial es individual, no colegiada, y no se difunde automáticamente y sin posibilidades de evaluación individual de los méritos y deméritos del resto de los miembros del ejecutivo por parte de la asamblea que tiene atribuida la función de control.

En síntesis, mi opinión es que el diseño del Consejo de Dirección y los mecanismos de elección del mismo son incorrectos y crearán graves problemas de funcionamiento democrático del partido desde que finalice el Congreso.

Una solución alternativa a este diseño podría ser que la elección de los miembros del Consejo de Dirección fuera nominal, aunque las candidaturas fueran colegiadas, y resultaran elegidos los veintiún candidatos más votados. Este mecanismo de desbloqueo y semiapertura en la elección del Consejo de Dirección permitiría un mayor grado de democracia en la elección del órgano ejecutivo, y sería más susceptible de permitir exigencias de responsabilidad individualizada de sus miembros.

Posteriormente a la redacción del párrafo anterior se me ha ocurrido la solución de que quien fuera elegido por los afiliados fuera el Presidente del Partido, que después presentaría una candidatura al Consejo Político que sería votada nominalmente por dicho órgano (L. B.-B., 4-4-09, 11:00).

Pero todas estas alternativas de diseño institucional deberían ser debatidas y aprobadas en el Congreso, y en el caso de ser aprobadas allí sería a posteriori cuando se debería realizar la elección del Consejo de Dirección.

 

LOYALTY, VOICE AND EXIT

Albert O. Hirschman señaló hace tiempo las opciones de respuesta ante el declive de una organización por parte de quienes son leales a la misma: no hay más opción que manifestar la discrepancia frente a las patologías y disfunciones que pueden afectar al proyecto que la organización pretende representar y marcharse cuando la voz no es escuchada. Y en  UPyD uno lleva dos años voceando que el proyecto está siendo falseado por las patologías antidemocráticas que arrastra desde su fundación, sin que esta crítica haya obtenido más respuesta que el silencio o el desprecio manifiesto. Después del deber cumplido, la opción de salida es la única que queda abierta: la aparente democracia de los mecanismos diseñados para la realización del Congreso constituye un nuevo falseamiento de los objetivos del proyecto que comenzó hace cuatro años con Ciudadanos de Cataluña, puesto que se pretende dar continuidad a políticas antidemocráticas realizadas por el actual Consejo de Dirección, camuflando los errores autoritarios bajo el liderazgo cesarista de Rosa Díez. No se puede ser leal frente a la deslealtad. Desde mañana abandono UPyD.

(Pueden ver el primer artículo de “La Saga-fuga de UPyD” aquí)