SOPLIDOS DE ESPAÑA
Carta al Director de Fernando Savater. Madrid. en “ABC” del 23-11-05
Con un muy breve comentario al final:
TE EQUIVOCAS EN ALGO ESENCIAL, SAVATER (L. B.-B., 24-11-05, 22:00)
Quisiera puntualizar a mi amiga Edurne Uriarte
(«Soplar la E», ABC, 22-XI-05) lo que realmente dije en la reunión del Hotel
Suecia sobre el Estatut y por qué lo dije. En efecto,
un joven nos reprochó a los tres ponentes no haber mencionado «España» en nuestras
intervenciones y nos preguntó qué estaríamos dispuestos a hacer para defender
esa idea. Mi respuesta fue: una de dos, o «España» es una entidad eterna,
platónica, invulnerable al paso del tiempo, que lo mismo vale para la dictadura
franquista que para la democracia actual... en cuyo caso nadie podrá dañarla y
puede pasarse sin mi defensa, como la Inmaculada Concepción o el número Pi; o
España es el nombre de la nación de ciudadanos constituida como Estado de
Derecho en que vivimos, por cuyas libertades y garantías no sólo creo
justificado sino muy aconsejable luchar contra integrismos etnicistas
o de cualquier otro tipo. El joven, apoyado por otros asistentes, insistió:
«Pero la idea de España...». Y entonces le dije: «mire, la idea de España me la
sopla».
No España, sino la «idea de España», tal como queda explicado antes, cosa de
iluminados y semicuras afanosos de eternidades
nacionales. Como bien dice Edurne, no hay democracia
sin nación; argumento que me parece se vuelve contra su planteamiento, porque
cuando defendemos nuestra Constitución y las libertades democráticas de que
disfrutamos ya estamos defendiendo lo que realmente cuenta e interesa de España
como nación. Y cuando a mi amigo Santi Abascal, a Edurne
o a mí creen insultarnos en el País Vasco o Cataluña llamándonos «españoles» lo
que en realidad nos llaman es «demócratas» y «constitucionalistas» de la nación
española de ciudadanos: pero como quienes nos apostrofan son devotos de las eternas
ideas nacionales, tienen que concebirnos forzosamente devotos a nuestra vez de
una «España» eterna y metainstitucional, como la
Euskadi eterna o la Cataluña eterna que ellos reivindican...
Muy breve comentario final:
TE EQUIVOCAS EN ALGO ESENCIAL, SAVATER (L. B.-B., 24-11-05, 22:00)
Te equivocas en algo esencial: cuando te llaman "español"
para insultarte lo hacen exactamente con ese significado, pues para ellos su
idea de patria catalana o vasca es incompatible con España. Esta es el enemigo
que tienen que derrotar o destruir, para que su idea de una Cataluña o Euskadi
eterna e inmutable pueda volver a ser. Por eso, al llamarte español te están
llamando enemigo de Cataluña o Euskadi, no constitucionalista o demócrata. Eso
les resulta indiferente, salvo coyunturalmente: a veces les conviene apoyarse
tácticamente en los demócratas españoles para conseguir fuerzas para acabar con
España.
Lo que creo que hemos de tener claro es que les llevamos
ventaja en una cosa: nuestra idea de España como patria plural y democrática es
superior a la que ellos tienen de Cataluña o Euskadi, como realidad
inmutable, granítica y enfrentada a España. Nosotros intentamos integrar a
todos, ellos nos excluyen, a los patriotas españoles y a la mitad o más de su
pueblo catalán o vasco, que se considera también español.
Hoy he escrito un comentario a un artículo de
Esparza en el cual os critica a ti y a Espada por vuestro aparente
rechazo al patriotismo español, lo cual no creo que sea cierto, pero debido a
vuestro repudio al nacionalismo franquista, o vasco, o catalán, para
algunos resulta también negación de toda idea de nación española.
Hagamos la disección del tema:
Los nacionalismos uniformistas, a los que
podríamos llamar pétreos u hormigoneros, rechazan el pluralismo y la
heterogeneidad. Su idea de nación es la de una realidad hermética a lo ajeno,
cerrada a contaminaciones externas, celosa de una identidad diferencial a la
que consideran que hay que salvar de la heterogeneización.
¿Es curioso, no? Dicen que el Estado es homogeneizador cuando lo que están
intentando evitar es la heterogeneización de sus
sociedades. Por ello, les molestan las influencias de otras naciones, o la
superposición, o la dualidad identitaria derivada de
la coexistencia de realidades nacionales diferentes. Y su idea de patria es
igualmente excluyente: el que se considere también español es un enemigo o un
traidor. España como realidad nacional es incompatible para ellos con Cataluña
o Euskadi como realidad nacional. Su única patria es Cataluña o Euskadi. España
es algo ajeno, y los españoles también.
El patriotismo propio del nacionalismo cívico es pluralista. Para
los que nos consideramos patriotas españoles democráticos el pluralismo es un
rasgo constitutivo de esa España secular a la que defendemos y amamos, sea
desde Cataluña, desde Euskadi, desde Madrid o desde Andalucía. Para nosotros
España es libertad, pluralismo, democracia e integración. Nuestro nacionalismo
es plural, cívico, su esencia es la heterogeneidad, y por ello aceptamos el
pluralismo cultural de España, pero también el de Cataluña y Euskadi, por lo
que no nos parece aceptable ni admisible que intente imponerse una homogeneidad
forzosa de ambas sociedades.
Pero así como defendemos la pluralidad para todos también afirmamos
la unidad del conjunto, por lo que no estamos dispuestos a aceptar sin
resistirnos la mutilación de cualquiera de las partes de España por obra de
ideologías anacrónicas, que tienden por naturaleza a la imposición de la
uniformidad y el rechazo de la pluralidad.
Por eso, creo que nuestros principios nos deben llevar a concebir a
España como lo que es, una realidad secular, que ha construido uno de los
primeros Estados del Mundo, que se ha unificado hace muchos siglos y que debe
adecuar su estructura política a su estructura sociocultural plural, mediante
la configuración de un Estado compuesto, pero sin mengua de la soberanía del
conjunto ni más cesiones al anacronismo. España es plural, pero es la patria
común e indivisible. El Estado es compuesto, pero es Estado soberano, en el que
su destino lo decidimos el conjunto de los españoles. Y existen estos límites
que no se pueden traspasar, ni con "diálogos" ni con mandangas. El
límite al pluralismo es ese, y defenderlo no es propio de "fachas" ni
enemigos de Cataluña o Euskadi. Los enemigos de Cataluña o Euskadi son los que
no aceptan su pluralidad, su dualidad identitaria y
su integración secular en el conjunto de España. Si les dejáramos seguir con su
deriva pétrea conducirían a Cataluña, a Euskadi y a España al desastre.
Hasta ahora, el incremento de las demandas y el rechazo a la unión
por parte de los nacionalistas les ha resultado rentable: han conseguido votos
y hegemonía porque cedíamos confiando en su sensatez y voluntad de
integración. Pero ahora están iniciando ya el estadio de ruptura de los
límites, y lo que hemos de conseguir los que no somos nacionalistas pétreos es
que a partir de ahora comience a resultarles costoso seguir avanzando por ese
camino.
Planteémonos la última pregunta: para nosotros, ¿España, nuestra
patria, es una nación?
Es una sociedad con una identidad histórica de largo recorrido, con
una composición plural, hecha de pueblos diversos, que tienen problemas comunes
y un poder común para resolverlos. Por ello, es una Nación, pero una nación
cuyo problema histórico más importante y difícil es la integración de su
pluralidad identitaria. Por consiguiente, su
Estado nacional debe ser compuesto y democrático. Y ese es el requisito y el
límite para resolver el problema. Todo lo que vaya más allá, hacia la
homogeneización ---del conjunto o de alguna de sus partes--- o hacia la
balcanización, abre una dinámica que solamente conduce al desastre y el
hundimiento de todos y cada uno de nosotros. Ambos son caminos sin salida que
obligarán a un retroceso posterior para recuperar el equilibrio. Pero parece
que algunos no aprenden.