CONVULSIONES

 

  Artículo de Álvaro Delgado-Gal en “ABC” del   19.10.2003

 

Con un breve comentario:

 UN DESASTRE SIN PALIATIVOS

L. B.-B., (19-10-03, 10:30)

Rafael Simancas, y no sólo él dentro de su partido, están haciendo cosas inexplicables. Y en algunos casos, intolerables. Empecemos por las inexplicables. Simancas incluyó en su menú electoral la gratuidad del transporte para los menores de 21 años y mayores de 65. Esto cuesta dinero, un dinero que los propios madrileños deberían pagar. Pero Simancas se sacó un conejo de la chistera. La idea... es mantener el impuesto sobre sucesiones que el PP planea suprimir. De este modo se ahorrarían los caudales necesarios para sufragar la gratuidad del billete. La respuesta ha oscilado entre la reprobación, la risa y la desconfianza. Para empezar, la futura supresión del impuesto sobre sucesiones está concebida como algo gradual. Por ello, sería inevitable que durante las fases iniciales del proceso, se verificara una descompensación entre ahorro y gasto, con la generación consiguiente de un déficit. En segundo lugar, se convierte en gasto público el alivio que para las familias supondría la desaparición del impuesto. Entre una cosa y otra, Simancas ha provocado un desmarque clamoroso de IU. Fausto Fernández ha declarado que la medida sólo puede financiarse con más impuestos. Y que puestos a subirlos, existen objetivos mucho más urgentes que el transporte de balde.

Todo esto es malo. Pero no es lo peor. Lo peor es que la ocurrencia de Simancas revela una preocupante falta de tacto moral. La supresión del impuesto sobre sucesiones beneficiaría, fundamentalmente, a las clases medias, incluidas las modestas. El caso es tan claro, que lo desgranaré telegráficamente. Uno: los ricos no pagan sucesiones. Montan sociedades, de las que hacen accionistas a sus hijos. Dos: el patrimonio esencial de los españoles corrientes, es su piso. El mínimo exento de masa heredable por cabeza, ronda los diez millones de pesetas. Esto significa que, dados los precios vigentes de los pisos, la medida de los populares arrima agua al molino de una enorme cantidad de ciudadanos. Tres: la eliminación del impuesto es sólo para cónyuges e hijos. Y tiene sentido social. Una viuda que posee un pisito en régimen de gananciales, no puede disponer de la propiedad de la mitad del piso heredado de su marido, sin pagar el impuesto. En mucho casos, habrá de hipotecar su propiedad para hacer frente a Hacienda. Esto es deplorable. Los ejemplos se podrían multiplicar. Cuatro: la tendencia a suprimir el impuesto, tras los precedentes vasco y navarro, es universal. Mantenerlo en Madrid, serviría para alejar de la comunidad a quienes buscan un tratamiento fiscal más benigno. ¿Se ha hecho estas reflexiones Simancas? No lo sé. Lo cierto, es que ha respondido elevando la apuesta. Si con él de presidente no prospera la gratuidad del transporte, se ha comprometido a presentar su dimisión. En el 91, la candidatura municipal del PP incluyó también la gratuidad para los mayores. Pero la decisión es, esencialmente, de rango autonómico. Y Manzano tuvo la prudencia de no insistir más en esa tontería.

La plancha de Simancas no abriga, por desgracia, un carácter accidental. Destaca, como una pieza más, en un mosaico de mensajes dominados por una demagogia, un radicalismo, desazonantes. La reacción ante el episodio de Tamayo y Sáez ha sido infumable. Los datos existentes, sugieren que Tamayo y Sáez cometieron su traición por disputas sobre el reparto de la tarta. No ha aparecido la trama inmobiliaria, y lo honesto habría sido pedir perdón al electorado, y sanear el partido. En vez de esto, se ha hablado de un tejerazo de la derecha y proferido toda clase de brutalidades: que la derecha es indecente, que el PP madrileño es el partido de los cabezas rapadas, etc... Guerra ha añadido que, cuando menos te lo esperas, la derecha te organiza un Alzamiento Nacional. Al mismo tiempo se oye, en boca de muchos socialistas, una observación sorprendente: que el PP está dividiendo a este país.

Hay que recuperar la razón. Si la derecha afirmara que la izquierda es indecente, y que cuando menos te los esperas, pone fuego a un convento, sería justo decir que está dividiendo a este país. Pero los que están diciendo lo equivalente a esto son los Ruth Porta, Guerra, y Simancas de turno. Es como si vivieran en otro mundo. Parece que padecieran un desorden cognoscitivo severo.

Por lo mismo, se equivocan en el plano práctico. De hecho, la estrategia de Simancas es muy expuesta. Parece pintiparada para ahuyentar al centro, incluido el centro izquierda, y darle un bocado a IU, su socio de gobierno si las cosas van bien. Esto suena un poco a mandarle una seña equivocada a tu compañero de mus. Movilizar al voto radical con tremendismos, servirá, además, para movilizar a la derecha. También es posible que Simancas le esté dando un gusto al cuerpo, y ahí acabe todo.

Breve comentario:

 UN DESASTRE SIN PALIATIVOS

L. B.-B., (19-10-03, 10:30)

 

Creo que esta frase, "un desastre sin paliativos", la  utilizó alguien importante de este país para referirse a Arias Navarro en los primeros tiempos de la transición. En aquella época, Arias no era capaz de sintonizar con las necesidades del país, de un país cambiado que emergía en surtidor por entre las estructuras cuarteadas de un franquismo de cuarenta años. Aquel era un país nuevo, ansioso de libertad, que había experimentado transformaciones estructurales profundas y subterráneas y al que no podían seguir dirigiendo los dinosaurios del franquismo, porque no lo entendían. Arias operaba con esquemas de  miedo a la libertad, de resistencia frente a un país al que consideraba peligroso y condenado a la guerra civil permanente, que sólo podía ser mantenido en orden mediante un poder distante y quirúrgico, única terapia posible para sus males endémicos.

 Con el PSOE está sucediendo en la actualidad algo análogo: alguno de sus sectores se deja llevar por las vivencias de las dos penúltimas generaciones, las de los tiempos duros de la postguerra y la miseria, las de las desigualdades lacerantes y la dignidad herida y reprimida. Las de la rebeldía frente a la injusticia y los privilegios de los ricos y poderosos.

 

Pero ese esquema ya no vale: gracias a la democracia, la integración europea  y, en gran medida, los gobiernos socialistas, el país ha cambiado. Si miramos a las zonas de  mayor desigualdad histórica de nuestro país, Andalucía, Extremadura y Castilla-la Mancha, vemos que hoy las cosas son distintas. En todo el país se ha alcanzado un nivel medio suficiente para el desenvolvimiento vital de los españoles, que transforma cualitativamente las condiciones y metas de la necesaria lucha permanente por la libertad y la igualdad.

 

España ya no es un país atrasado, inmóvil, encerrado en un nicho de charanga, pandereta, cortijo y rebeldía vencida y humillada, sino una realidad dinámica y compleja. Un país  europeo de nivel medio que necesita políticas afinadas para mantener al unísono los objetivos de desarrollo, igualdad y calidad de nuestro entorno cultural. Un país que no se puede permitir la supervivencia de las viejas fracturas, comportamientos y resentimientos de vencedores y vencidos. Un país que no se puede permitir dejarse llevar por una izquierda residual, desnortada y demagógica  , ni por una derecha  autoritaria, autista y depredadora. Un país que tiene que encontrar un punto central de equilibrio, convivencia y cooperación en el que nos reconozcamos unos a otros. Un país capitalista maduro, que no se puede parar, pero que necesita reconducir la desigualdad estructural esencial al capitalismo hacia metas de distribución, bienestar, igualdad y creatividad. Un país en el que el comportamiento depredador o demagógico, de la derecha y la izquierda, se pagan en costes de inflación, desempleo, estancamiento y desinversión  que siempre dañan más a los de abajo. Un país, en fin, en el que una cultura política de equilibrio, patriotismo y justicia desarrollarán hasta límites asombrosos nuestras potencialidades como pueblo.

 

Amando de Miguel , en un artículo reciente "Los dos socialismos", apuntaba lo que quizá constituya el problema central del PSOE, su "cultural lag", frente a una derecha que se ha renovado. La renovación del PSOE debería orientarse a actualizar sus esquemas de defensa de la libertad y lucha por la igualdad, para elevarlos al nivel de complejidad, coherencia y persistencia que exige el nivel de desarrollo en el que España se encuentra. Actualización que debe contextualizarse en  la encrucijada que nuestro país está transitando para asumir un nuevo papel en un mundo que cambia vertiginosamente. El PSOE debería desprenderse de muchos lastres culturales y estructurales que lo atenazan, impidiéndole caminar hacia adelante.