CATALUÑA EN LA ENCRUCIJADA (Y 3)
Luis Bouza-Brey, 27-3-99
LA EVOLUCION DE LAS POSICIONES DE
LOS NACIONALISMOS PERIFERICOS
Arzalluz comentó años después de aprobarse la Constitución que el PNV hubiera
optado por defender el derecho de autodeterminación durante el proceso
constituyente si no fuera porque consideró que dicho objetivo era tabú en aquel
momento. Por ello, optó por defender la recuperación de los Fueros históricos.
Por consiguiente, la configuración de una Euskadi análoga a la de la época precontemporánea, unida a España por un vínculo simbólico
con la Corona. Pero, debido a que los redactores de la disposición adicional
primera afirmaban que dicha actualización de los Fueros habría de realizarse en
el marco de la Constitución, el PNV optó por la abstención ante la misma. De
ahí que la Constitución se aprobara con un alto índice de abstención en
Euskadi.
De
manera que el PNV nunca ha estado vinculado positivamente al ordenamiento
constitucional, sino únicamente acatándolo a regañadientes, y únicamente en la
medida que de él se derivaba un Estatuto de Autonomía que consideraban,
transitoriamente, aceptable.
En
la actualidad, el PNV ha optado definitivamente por la ruptura con el
ordenamiento constitucional, e incluso con el Estatuto de Autonomía, al asumir
la reivindicación del derecho de autodeterminación y la independencia de
Euskadi como objetivo primordial y definitorio de su identidad política.
La
conclusión es que las grandes concesiones hechas durante todos estos años a los
nacionalistas, con la intención de integrarlos en el ordenamiento
constitucional y pacificar a los "nazionalistas",
han resultado inútiles y contraproducentes. La resultante ha sido un
"corrimiento de espacios políticos", en el que ha terminado por vencer
la estrategia independentista y terrorista, de tal modo que sus objetivos e
ideología han impregnado a la dirección del PNV, hegemonizada por el sector más
radical del partido.
Por
ello, la política de concesiones tiene que finalizar, obligando a los
nacionalistas a acatar la Constitución. Y aún en el caso de que la Constitución
tenga que reformarse, como algunos creemos que resulta necesario, los términos
de un posible pacto con el nacionalismo vasco tienen que definirse por unos
límites claros: la independencia no es aceptable, ni la confederación o
desarticulación del Estado. El límite es una federalización del mismo, que
finalice coherentemente el desarrollo del modelo constitucional.
Por
ello, tampoco es posible una interpretación capciosa de la disposición
adicional primera, que vacíe de contenido normativo la Constitución,
recurriendo a una concepción arbitraria y falaz de los "derechos
históricos", y termine por imponer lo que no se aceptó en el momento
constituyente.
La
única opción que queda disponible es la configuración de un sistema de
distribución de competencias más descentralizado, pero también de un Estado más
integrado que el actual, en el que, de momento, existe un predominio de las
fuerzas desintegradoras en el interior del nacionalismo vasco y una deriva
hacia la desarticulación en el conjunto del país.
Por
ello, creo que es urgente que los partidos constitucionalistas (PP, PSOE, IU y
regionalistas) lleguen a un acuerdo para desarrollar el Estado autonómico, e
intenten ampliar ese acuerdo hacia los nacionalismos, pero marcando unos
límites bien claros. Si esos límites no fueran aceptados, la terapia, como ya
comenté en diversos artículos de esta Web, habría de ser la consulta claramente
formulada al pueblo vasco en un referéndum consultivo sobre si quiere la
independencia. Esta es la única forma de acabar con la presión constante y
desintegradora del nacionalismo delirante.
La
posición y evolución del nacionalismo hegemónico en Cataluña es bastante
distinta. En primer lugar, hay que tener en cuenta que la hegemonía inicial en
el desarrollo autonómico correspondió a la izquierda, así como que el objetivo
común residía en alcanzar una autonomía al menos similar a la prevista en el
Estatuto republicano. Por ello, Cataluña adoptó una posición más moderna y
generalizable que Euskadi. Esto, que los nacionalistas catalanes consideran
como un defecto, pues provocó la copia de la autonomía catalana por parte de
otras regiones y el "café para todos", desde mi punto de vista
significa que Cataluña, desde el final de la dictadura y durante la primera
parte de la transición, supo desempeñar un papel de liderazgo positivo, para
ella y para el conjunto de España.
Ahora
bien, desde el momento en que el PSC se dejó arrebatar el liderazgo con la
vuelta de Tarradellas, y alcanzaron la hegemonía en
su interior los sectores más nacionalistas, el equilibrio de fuerzas de
Cataluña cambió. En primer lugar, a causa de la abstención de los sectores de
la inmigración, y en segundo, del predominio entre la clase media del
nacionalismo, que se convirtió en el "pal de paller",
en el eje central de la política catalana, sin que el PSC fuera capaz de
elaborar durante años una alternativa al mismo.
Por
otra parte, desde mediados de los ochenta, y una vez generalizada y desarrollada
la autonomía para el conjunto de las regiones, CIU comenzó a plantearse nuevas
alternativas y objetivos, coherentes con las posiciones de fondo descritas en
el primer artículo de esta serie. Básicamente, esta alternativa que CIU
comienza a desarrollar desde entonces es la de despegarse del resto de las
Comunidades, defender el "fet diferencial"
y el reconocimiento del Estado español como un Estado plurinacional, integrado
por todas las regiones ("¿españolas?") más dos o tres nacionalidades
---en muchas ocasiones se olvidan de Galicia, o consideran que no tiene
suficiente conciencia nacional---.
El
modelo es Quebec, y reclaman reconocimiento simbólico e institucional
diferencial en las instituciones estatales, así como un techo competencial más
elevado que el de las "regiones". Posiblemente, la asunción de esta
orientación política haya sido la causa del distanciamiento entre Pujol y Roca
y el abandono discreto por parte de este último de su actividad como dirigente
de CDC.
El
problema teórico que plantea esta posición de CIU, a efectos de un posible
pacto para dar un nuevo paso en el desarrollo del Estado, es el de averiguar
los motivos que pueden tener para mantenerla. ¿Se trata de un puro
doctrinarismo ideológico, que les lleva a rechazar que una "nación"
pueda ser igual políticamente a una "región"?¿se
trata del único equilibrio posible en el interior de la coalición y por
referencia a sus votantes, entre los sectores proindependentistas y los que no
lo son?¿Es un problema derivado de que el único modelo que parece aceptable
para el nacionalismo es el confederal? ¿Se trata de una estrategia
instrumental, derivada de la desconfianza con respecto a que el Estado español
pueda avanzar más en el proceso de descentralización?¿O
se trata de pura inercia instrumental y victimista
para sobrevivir gracias al descontento permanente?
Lo
que sí me parece evidente es que el "fet
diferencial", si se pretende ampliarlo más allá del ámbito cultural y
lingüístico, no resultará ajustado al modelo constitucional, ni aceptable por
la mayoría de las Comunidades Autónomas, y seguirá creando rechazo ---aunque
sea pasivo, abstencionista, de momento--- entre la mitad de la población de
Cataluña, y además entre amplios sectores del pueblo español.
Pero
es que, además, si se tiene en cuenta que Europa camina hacia un federalismo
basado en la subsidiariedad, entendida como descentralización del poder hacia
el nivel regional o de Estados federados, y que el PSOE asume de una vez por todas el federalismo, las razones para el escepticismo se
reducen.
Por
ello, en mi opinión, el camino posible y deseable es el de que el verdadero
"fet diferencial" de Cataluña, cuya esencia
reside en sus sentimientos complementarios de identidad y solidaridad (relean,
por favor, el artículo "Marcial y Pulidor frente al
paisaje", de Antoni Puigverd),
lleve a aquélla a jugar, como antaño, un nuevo papel de liderazgo para el
conjunto de España. Cataluña recuperará su dimensión histórica impulsando
solidariamente, junto con todos los pueblos de España, un nuevo desarrollo del
Estado en el contexto del proceso de construcción de Europa.
¿A
quién corresponde dar este nuevo impulso en Cataluña?
UN NUEVO IMPULSO PARA CATALUÑA: DEL
ESTANCAMIENTO CONFEDERAL Y LOS DELIRIOS INDEPENDENTISTAS AL FEDERALISMO ESPAÑOL
Y EUROPEO
Maragall
y el PSC deben acabar de una vez con esa pauta patológica existente en la
política catalana, consistente en que el PI o ERC, partidos independentistas
minoritarios, hacen propuestas de independentismo simbólico, que CIU apoya o
acepta pasivamente, y frente a las que el PSC o IC se abstienen o aprueban sin
atreverse a rechazarlas. Unicamente el PP, ante este
independentismo simbólico, se mantiene firme en sus posiciones.
Como
escribía estos días Francesc de Carreras en "Una carta persa", en
"El País de Cataluña", "lo que no comprende (nuestro observador
persa)... es otra cosa: ¿por qué los partidos de izquierdas, PSC e IC, votan a
favor de propuestas que, en principio, resultan contrarias a los postulados
democráticos y de izquierdas que dicen defender? Sin duda,
...todavía no conoce bien el significado de ciertas palabras clave de la
sociología política catalana: transversalidad
nacionalista, síndrome de Estocolmo, suc (acuñada por
el gran sociólogo Arcadi Espada). O suquet, el de Portabella,
naturalmente".
Cuando
Maragall se deja enredar con el tema de las selecciones catalanas, o con la
relectura del protocolo PSC-PSOE, o con la "relectura" confederal de
la Constitución, está abriendo dos grifos: el de la abstención, y el de la
hegemonía nacionalista, por los que se escapan a chorro los votos potenciales
de una alternativa federalista.
Maragall,
el PSC y esperemos que algún día IC, si es que sobrevive, deben aprender a decir
"no", y a explicar por qué. Explicar que "el federalismo es
unión", como decía Borrell días atrás, y no independentismo frustrado. Que
el socialismo es solidaridad, hermanamiento de todos los pueblos de España en
un proyecto común, y no rechazo tácito o manifiesto a la igualdad de todos,
construida desde una diversidad e identidad abiertas y universales, no
obsesivas ni cerradas.
Pero
el PSC debe clarificarse de una vez: no puede continuar en esta ambigüedad
permanente, consistente en declararse federalista y comportarse como antifederalista, llevar años "a rebufo" (Ramoneda) del nacionalismo, o tener independentistas en sus
filas. ¿Cómo es posible que dos personalidades señeras a las que se considera o
consideraba próximas al PSC --- un conocido arquitecto que realizó llamativos
desaguisados en la ciudad de Barcelona, o un filósofo entrevistado
recientemente por Ramoneda--- se declaren
independentistas? ¿Qué magma incoherente es éste?¿Es
que el PSC lleva en sus genes esta incapacidad de clarificación?
En
fin, perdónenme este desahogo crítico, pero es que así no se va a ningún lado.
La hegemonía sólo puede construirse desde la identidad y la coherencia, y
mientras éstas no se consigan, la alternativa y la alternancia no estarán
maduras.
Volviendo
al hilo central de la argumentación, y para terminar este artículo, creo que se
pueden extraer las siguientes conclusiones acerca de cómo podría ser una
alternativa federalista para Cataluña y España:
---
Es posible descentralizar más el poder político, desarrollando la lógica
federal que conduzca a su plenitud el Estado de las Autonomías, residenciando
la Administración y el autogobierno más firme y ampliamente en las Comunidades.
Pero este objetivo debe sincronizarse con el de la coordinación desde el
centro. Una vez terminado el proceso de transferencias a las Comunidades del
143, no se debe avanzar más en la descentralización sin instituciones federales
desarrolladas. El problema ya no será la descentralización, sino la
coordinación. Por ello, este habría de ser el primer punto de un posible pacto:
no más descentralización sin reforma del Senado.
---
Las demandas concretas de Pujol en su conferencia de ESADE, reseñadas en el
primer artículo de esta serie, son aceptables desde una lógica federal, pero
siempre que se consideren como resultantes de un proceso de federalización
general del Estado, previa reforma del Senado y aplicables para todas las
Comunidades. A mi juicio, solamente se puede continuar la descentralización a
partir de criterios claros. Y los que se me ocurren son los siguientes:
únicamente se ha de descentralizar cuando pueda hacerse de manera general, para
todas las Comunidades, y no se han de aceptar excepciones sino en casos muy
contados, cuando éstas deriven de la recuperación de instituciones históricas,
o de rasgos diferenciales de tipo cultural o lingüístico, o de especificidades
geográficas.
---Hoy
mismo aparece en la prensa un extracto de la propuesta federalista del PSOE, en
la que se habla de una reforma del Senado para transformarlo en un Consejo
federal de representación de los Gobiernos autonómicos, pero con un paso
intermedio transitorio por el que se configuraría provisionalmente un Senado
electivo mixto: una Cámara compuesta al cincuenta por ciento por senadores elegidos
por los parlamentos autonómicos y los ciudadanos de las Comunidades Autónomas.
A mi juicio, esta solución intermedia es un error, lleva a perder un tiempo
precioso y a invalidar el principio de economía propio de una reforma
constitucional. Si se ha de reformar constitucionalmente el Senado hágase de
una vez por todas, sin recurrir a presumibles soluciones transitorias que luego
se eternizan, convirtiéndose en definitivas e inútiles. La ventaja de un Senado
tipo "Bundesrat" es que es reducido, eficaz
y operativo, conectando directamente a los Gobiernos autonómicos y al Central.
Creo
que un Senado de este tipo podría ser aceptable por los nacionalistas, incluso
por el PNV, cuando este partido vuelva a recuperar el equilibrio después del
batacazo independentista.
Pero
intuyo también que el "seny" de Pujol,
Durán y CIU les llevará en el medio plazo a aceptar una alternativa federalista
para el desarrollo de España. Terminarán por darse cuenta de que ni hay otro
camino ni éste impedirá el desarrollo de Cataluña. La defensa de la
heterogeneidad puede realizarse perfectamente en el marco de un Estado federal
que permita la participación directa en las instituciones centrales para
definir las políticas comunes. Si aceptaran esto, podrían contribuir
decisivamente a articular un pacto por el desarrollo constitucional y a vencer
las reticencias del PP.
VER:
"Cataluña en la
encrucijada (1)" y "Cataluña
en la encrucijada (2)"