CATALUÑA EN LA ENCRUCIJADA (1)
Luis Bouza-Brey (9-3-99)
Las
próximas elecciones autonómicas plantean por primera vez en Cataluña, después
de muchos años, la necesidad de optar entre dos caminos de futuro.
Por
fin, Pujol opta sin ambigüedades por marcarse explícitamente los objetivos
confederales que hace años persigue implícitamente. Por fin, se ha puesto en
marcha un movimiento encabezado por Maragall que intenta definir una
alternativa federal al nacionalismo.
PUJOL Y EL "FET
DIFERENCIAL"
En
su reciente conferencia del primero de marzo en ESADE, Pujol intenta iniciar
una nueva etapa de ampliación del autogobierno de Cataluña, definiendo la
necesidad de realizar una relectura o reforma de la Constitución y el Estatuto
de Autonomía. Y solicita, para ello, un amplio acuerdo de las fuerzas políticas
catalanas, ejercitado desde una mayoría amplia en el Parlamento de Cataluña.
Los
objetivos concretos a alcanzar, en el sentido de asunción de nuevas
competencias por la Generalitat, que formula no exhaustivamente, son los
siguientes:
1.- El desarrollo efectivo de la Administración Unica en Cataluña, incluida en ella la Administración Tributaria.
2.- La asunción plena de competencias sobre la Administración de Justicia.
3.- El reconocimiento para la Generalitat de un ámbito propio de carácter internacional sobre materias de su competencia, especialmente en lo que se refiere a la lengua, la cultura, la formación y la comunicación.
4.- La asunción de las competencias en el ámbito de las infraestructuras.
5.- La asunción de las competencias sobre organización territorial y régimen local.
6.- La asunción de las competencias sobre innovación tecnológica e investigación.
7.- El incremento de la capacidad normativa sobre muchas competencias propias de la Generalitat (en enseñanza, sectores económicos, etc.).
El
problema, ya crónico, de los planteamientos de Pujol, y en general de todos los
nacionalismos periféricos, reside en varias posiciones de principio que
subyacen en sus planteamientos y que no tienen cabida en el ordenamiento
constitucional.
En
primer lugar, la exigencia de una heterogeneidad que va más allá del ámbito
cultural y lingüístico, transformándose en demanda de heterogeneidad
constitucional ilimitada, orientada a la consecución de competencias propias de
un Estado soberano, lo que lleva a una situación cuasiconfederal.
En
segundo lugar, y coherentemente con lo anterior, la pretensión de reducir al
máximo la capacidad de dirección y ordenación política del Estado sobre el
territorio catalán, excepto en lo que se refiere a las mínimas competencias de
carácter internacional.
En
tercer lugar, de esta concepción se deriva el rechazo o distanciamiento con
respecto a las instituciones comunes del Estado, la implicación mínima en
ellas, limitada a garantizar la gobernabilidad del conjunto, a cambio de
contrapartidas consistentes en el avance hacia un Estado propio, dotado del
máximo de soberanía, en una relación bilateral con el resto "del
Estado". En éste quedarían depositadas las competencias de Defensa y parte
de las relaciones internacionales. Al menos, mientras la Unión Europea no
asumiera dichas competencias.
Este
conjunto de principios, el de heterogeneidad constitucional ilimitada, el del
vaciamiento del poder del Estado en Cataluña, y el del distanciamiento con
respecto a las instituciones comunes, manifiestan la carencia de un proyecto
político compartido con el resto de España, y de esta carencia se deriva el
rechazo del principio de igualdad con otras regiones, que no sería más que un
estorbo para la consecución de los objetivos propios. Si se admitiera la
igualdad, y las demás regiones se sumaran a la política de vaciamiento del
Estado, éste desaparecería. Por ello se habla de "plurinacionalidad"
y de "naciones" distintas de España, situadas al mismo nivel que el
resto "del Estado", en el que estarían integradas las
"regiones". No se entiende la "plurinacionalidad" en el
sentido cultural y lingüístico, sino en un sentido mucho más amplio, que no es
el constitucional.
El
rechazo del federalismo es coherente con esta concepción de
"soberanía" (mucha) "compartida" (poca). Y es coherente,
porque el federalismo implica autogobierno en la periferia, pero también
gobierno compartido del conjunto en el centro. Significa instituciones comunes
con competencias importantes sobre materias comunes, para garantizar la
cohesión, la integración y la dirección del conjunto.
El
rechazo al federalismo con el argumento de que no garantiza la heterogeneidad
es una falacia: los Estados federales no impiden la existencia de
Constituciones diferentes, ni competencias e instituciones heterogéneas, ni
políticas propias de los Estados federados. Pero lo que hacen es fijar un marco
normativo y competencial común, que tiene plenitud de sentido ante la
existencia de un proyecto compartido del conjunto, en el que participan todos
los Estados federados. El Estado federal se opone al vaciamiento del centro y
obliga a asumir las decisiones de todos adoptadas para todos y por todos en el
Senado y las demás instituciones comunes.
Por
todas estas razones decía yo al principio que las pretensiones actuales de los
nacionalismos periféricos no tienen cabida en el ordenamiento constitucional.
Ni el independentismo, ni el vaciamiento, ni la desarticulación del Estado,
aunque sea parcial, tienen cabida en la Constitución. Por eso es imprescindible
echar el freno de una vez a la deriva desintegradora de los nacionalismos,
actualizando la estructura del Estado español y redefiniendo los límites que no
se pueden traspasar.
¿Cuál
es el modelo constitucional de la estructura del Estado, aquel que las
pretensiones nacionalistas pretenden "releer"?¿Es
posible esta relectura que pretenden sin que signifique una revisión
constitucional, con lo que ésta implica de reforma agravada mediante el
procedimiento del artículo 168? ¿Cómo podría concretarse la alternativa
federalista de Maragall para Cataluña y España? ¿Es posible un pacto con los
nacionalistas desde una perspectiva federalista-autonomista para actualizar el
desarrollo del Estado en el marco del desarrollo europeo? ¿Cuáles son los
límites, desde una perspectiva federalista, a las pretensiones nacionalistas?¿Podría transformarse el proceso de federalización del
Estado español en una pauta para los demás Estados europeos en el contexto de
la construcción de la Unión ? ¿Qué problemas de asincronía
con el desarrollo de la Unión hay que evitar?
Intentaré
contestar a estos interrogantes en días próximos.
VER:
"Cataluña en la
encrucijada (2) y "Cataluña
en la encrucijada (3)"